Una de las cuestiones más interesantes en la historia del motociclismo es la evolución de las suspensiones. Y es que, pensemos; durante los primeros tiempos de las dos ruedas motorizadas las amortiguaciones eran prácticamente inexistentes. Es más, en relación al eje trasero siquiera había, teniendo para el delantero -en el mejor de los casos- unos simples muelles que, eso sí, fueron progresando con diseños verdaderamente ingeniosos.
Tras aquellos tiempos seminales, la forma y manera con la que era tratado el peso suspendido experimentó una progresión realmente interesante, llegando durante los años treinta los primeros sistemas de suspensión trasera realmente efectivos y, además, producidos en serie. Para muestra, ahí está todo lo realizado por BMW durante los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Además, en el caso de los fabricantes ibéricos la cuestión de las suspensiones también ocupó posiciones preferentes en las discusiones técnicas. Algo que, a finales de los años cincuenta, se reflejó en la competencia establecida entre Montesa y Lube a razón de quién llegaba a montar antes una horquilla hidráulica realmente funcional y solvente.
No obstante, siguiendo con las marcas peninsulares hay un ejemplo de amortiguación tan especial como desconocido en el que, a pesar de los pocos datos existentes, bien merece la pena recalar. Hablamos de la suspensión hidroneumática montada, en sus primeros momentos, por la OSSA 250 Monocasco. Sin duda toda una delicia técnica sobre el papel aunque, a decir verdad, la falta de tiempo para un desarrollo tan complejo como prometedor acabó truncando el proyecto. Pero vayamos por partes. Así las cosas, lo mejor será situarnos en los momentos previos a la temporada de 1968. Aquella en la que, al fin, OSSA acudía al mundial de dos y medio gracias a la ilusión de sus técnicos para con la Monocasco y el arrojo de Santiago Herrero a los mandos.
La cuestiones de las suspensiones es una de las más interesantes a la hora de analizar cómo ha evolucionado el diseño de las motocicletas; algunas de ellas, con simples muelles en el sillín como máxima concesión al confort
Una hidroneumática para la OSSA 250 Monocasco
Aunque a día de hoy su gama no lo dé a entender, hubo un tiempo en el que Citroën era una marca realmente innovadora. Diferenciada del resto gracias a su audacia técnica, en su gama se podían ver elementos tan singulares como la suspensión hidroneumática. Capaz de entregar altas dosis de confort al tiempo que, incluso en situaciones tan disparatadas como el montar tan sólo tres ruedas, seguía garantizando la estabilidad del vehículo.
Desgraciadamente, aunque su funcionamiento no resulta especialmente complejo tras realizar un breve análisis del mismo, aquella originalidad le jugó una mala pasada a la marca pues, al fin y al cabo, muchos mecánicos renegaban de trabajar sobre aquel sistema tan especial. Llegados a este punto, la suspensión hidroneumática pasó a asociarse con la marca francesa y, en ocasiones, con la aeronáutica.
Sin embargo, en el curioso caso interpretado por la OSSA 250 Monocasco ésta tuvo una interesante aplicación al motociclismo de competición. Pero, cuál fue la causa. Bueno, para empezar no es de extrañar que la inquieta mente de Eduard Giró se interesara por aquel sistema innovador pues, al fin y al cabo, aquí estamos hablando en el contexto de un diseño que incluso llegó a contar con el magnesio como material para su chasis. Es decir, había un claro ambiente positivo hacia la experimentación.
Por múltiples elementos que iban desde la válvula rotativa hasta el chasis monocasco en magnesio, la OSSA 250 Monocasco bien podría ser considerada la motocicleta con un diseño más audaz de entre todas las elaboradas por las casas históricas de Barcelona
Asimismo, la suspensión hidroneumática permitía realizar diferentes ajustes a fin de adecuar la motocicleta a cada circuito. Una gran ventaja cuando la ponemos en el contexto de aquellos mundiales, disputados sobre trazados que, en no pocas ocasiones, planteaban enormes quebraderos de cabeza debido a sus diferencias entre sí. Con todo ello, de cara a la temporada de 1968 -aquella en la que la Monocasco al fin se estrenó en competiciones internacionales- los técnicos de OSSA experimentaron con una suspensión trasera hidroneumática. Fabricada por Telesco -una empresa muy cercana a la casa de los Giró-, ésta parecía ser muy prometedora en su desempeño. De hecho, incluso llegó a usarse en carrera hasta que, por problemas de fiabilidad, tuvo que ser desechada puesto que entraba aire en la parte del aceite. A resueltas, dejando sin amortiguación alguna al eje motriz para provocar así la inmediata caída del piloto ante cualquier desavenencia con el firme. Con todo ello, finalmente se instalaron unos más que contrastados Girling pues, al fin y al cabo, poner a punto el sistema hidroneumático hubiera requerido de muchos meses de desarrollo. Algo incompatible con el ímpetu de OSSA, plenamente decidida a conquistar cuanto antes el Mundial de 250.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS