Ya hemos visto como en la década de los 80 estaban de moda las fat bikes, esas motos de tamaño más pequeño, pero con ruedas enormes que daban un aspecto imponente, como la Honda Zoomer, o la Suzuki VanVan 50. Hoy le toca el turno a otra de las contendientes, la Yamaha BW80.
En realidad esta Yamaha seguiría la estela de Suzuki con la VanVan. Al ver el éxito de su competidora, los de Yamaha idearon una moto de similares características, aunque evitaron los 49 cm3 y su gama de entrada se basaba en los 79 cm3 de la BW80.
Así la lanzaron al mercado en 1986 y se mantuvo hasta 1990, cuando cesó su comercialización. Los modelos BW -Big Wheel- se podían elegir en 80, 200 y 350 cm3, aunque como moto lúdica, con la BW80 bastaba para pasar un buen rato en el campo. Recalcamos lo de campo, porque ni tan siquiera montaba luz delantera para poder circular de noche.
Su motor era un monocilíndrico de 79 cm3 y dos tiempos refrigerado por líquido, que rendía 4,7 CV a 5.500 rpm y 6,3 Nm al mismo régimen. Estaba acoplado a una transmisión de tres marchas con embrague automático, para que fuese fácil su manejo, al estilo de cualquier scooter. Compartía motor con la posterior TW80, por lo que encontrar piezas para esta moto de los 80 es algo más sencillo.
La suspensión era de doble horquilla delantera y basculante trasero con monoamortiguador, con unos neumáticos muy anchos, que eran lo que más llamaba la atención de esta pequeña moto. Con unas medidas de 19x7x10 delante y 19x9x7 detrás había goma suficiente en contacto con la superficie como para salir de los terrenos más complicados, siempre y cuando las presiones de inflado no fuesen demasiado altas.
En cuanto a su estética, se parecía mucho a una moto de motocross: sin faro, guardabarros alto, escape con salida trasera y elevada, y guarnecidos en color blanco en contraste con el color elegido, rojo o azul, aunque con esas ruedas es muy complicado enclavarla en algún segmento conocido. Era una moto de talla bastante reducida, hecha especialmente para que los más pequeños se inicien en el mundo de las motos, aunque eso no está reñido con toda la diversión que aporta.
Pablo Mayo
Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches, y ahora también las motos. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.COMENTARIOS