Cuando en 1958 Francisco Xavier Bultó fundaba Bultaco tenía perfectamente claro aquello de “las ventas siguen a la bandera a cuadros”. Es más, esta afirmación -pronunciada por él mismo tantas veces que llegó a convertirse en una especie de mantra empresarial- definió no sólo la forma y manera en la que se diseñaban los modelos de Bultaco, sino también la estrategia publicitaria. Así las cosas, parte del éxito de la Tralla 101 se debe a su magnífico estreno en las carreras, replicado en medios como un altavoz al servicio de la imagen corporativa.
Asimismo, aquello no fue interpretado por la casa barcelonesa. Claro está. De hecho, durante aquel mismo 1958 Yamaha vivió uno de sus episodios más importantes en lo que se refiere al uso de la competición como instrumento publicitario. Es más, inició su presencia en las carreras internacionales poniendo por vez primera el pie fuera de Japón, donde ya llevaba varios años cosechando éxitos tanto en pistas de tierra como de asfalto. Pero vayamos por partes.
Llegados a este punto, lo primero que hemos de entender es cómo la industria nipona vivió un espectacular crecimiento desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta mediados de los años cincuenta. Ejecutado al compás del crecimiento de sus ciudades, éste no sólo se plasmó en una gran capacidad productiva sino, especialmente, en una notoria habilidad tecnológica. Es decir, los fabricantes japoneses habían llegado a la situación perfecta para su salto a los mercados mundiales, pudiendo ensamblar productos de calidad por un precio idóneo para hacer de ellos algo masivo. Sin embargo, en países con sólidas tradiciones motociclistas como Estados Unidos los posibles compradores aún no podían tomarse en serio los discursos provenientes de Japón. Entonces, ¿cómo convencerlos de lo contrario? Obviamente, aquí entraba en juego el prestigio que da ganar en las carreras.
SANTA CATALINA 1958, el estreno internacional de Yamaha
Si pensamos en cómo los fabricantes nipones abrieron brecha en el mercado occidental lo primero que se nos viene a la mente es su aterrizaje en el Mundial. De hecho, resulta imposible no recordar cómo fue Honda la que, con un meritorio sexto puesto así como el título por equipos, estrenó en el Mundial a los fabricantes japoneses participando en el TT de la Isla de Man de 1959. De todos modos, en el caso de Yamaha ese “salir de las fronteras patrias” vino de la mano de otros intereses.
No en vano, ésta ya se estaba sumando a la activa escena comercial californiana. Un lugar donde, al fin y al cabo, las ventas relacionadas con el Off-Road tenían una presencia abrumadora. Por esto mismo, en vez de gastar esfuerzos de cara a ir al Mundial en Yamaha pensaron en lograr una fama, un prestigio, dentro del que para ellos era su primer mercado internacional. Debido a ello, en 1958 su dirección en Japón dispuso los medios necesarios para la participación oficial de la marca en el GP de Santa Catalina.
Todo un clásico del panorama californiano, éste se caracterizaba por su trazado con dos terceras partes del mismo sin asfaltar. Tan veloz como exigente para las máquinas y los pilotos, en este juego de versatilidad que era aquel GP se llegaban a experimentar tasas de abandono por encima del 50%. Respecto a las máquinas enviadas, se llegaron a preparar hasta cinco motocicletas especialmente preparadas. Eso sí, por encima de todas destacó la YD1 de Fumio Ito. Único piloto enviado desde Japón y, a la postre, gran protagonista de aquel estreno.
Conocido por los aficionados a Yamaha -donde no sólo fue un excelente probador, sino también uno de los artífices del desembarco de la casa nipona en el Mundial, llegando a ganar pruebas como el GP de Bélgica 1963 en la categoría de 250-, Fumio Ito firmó una llamativa actuación quedando en sexto puesto tras remontar desde la última posición debido a un accidente. Gracias a ello, los medios locales se hicieron eco de todo lo realizado por Yamaha, la cual conseguía así el ansiado altavoz mediático que tanto necesitaba en California. Lo demás, ya es sabido por toda la afición; los fabricantes nipones entraron con fuerza tanto en los circuitos como en los concesionarios, llegando a copar un mercado que, hasta muy pocos años atrás, apenas si conocía la existencia de los mismos. ¡Banzai!
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS