La Socovel nos da la medida sobre uno de los asuntos más importantes, y al tiempo más invisibilizados, de la Segunda Guerra Mundial. Y es que, más allá de las estrategias bélicas, los grandes aviones bombarderos, los espectaculares cazas y demás maquinaria militar capaz de llenar horas y horas de documentales, lo cierto es que la gasolina fue posiblemente el elemento crucial en el desarrollo de la contienda. Al fin y al cabo, todas esas máquinas dependían de sus motores de combustión y, por tanto, del control efectivo que cada potencia tuviera sobre los pozos petrolíferos más cercanos.
En base a esto, la Alemania Nazi se lanzó hacia el este con la esperanza de obtener los pozos petrolíferos de Bakú en el Mar Caspio al tiempo que el mundo anglosajón luchaba por mantener su influencia sobre el crudo proveniente de Oriente Próximo. Así las cosas, durante la Segunda Guerra Mundial se disputó un conflicto a la desesperada por mantener la provisión de crudo necesaria para el primer gran conflicto bélico totalmente mecanizado. Mientras tanto, en la retaguardia se vivieron momentos de racionamiento en materias como el acero y el combustible, siendo el contexto necesario para la aparición de nuevas formas de propulsión.
No en vano, cuando se dice aquello de “ la necesidad crea el ingenio “ no se anda del todo desacertado, ya que en la historia de los vehículos eléctricos la década de los cuarenta fue una de las más prolíficas. De esta manera, durante los años de guerra y postguerra aparecieron pequeños modelos con motor eléctrico en países tan distantes entre sí como Japón y Francia. De hecho, incluso hubo una empresa en España dedicada en exclusiva a ello. La barcelonesa Vehículos Eléctricos Autarquía, cuyo responsable técnico fue después uno de los creadores del prototipo Pegaso eléctrico Z-601. Con todo este contexto, no es de extrañar que en 1941 apareciera en la Bélgica ocupada por los alemanes la empresa Socovel.
Debido a las restricciones de combustible se afinó el ingenio tecnológico para desarrollar rápidamente vehículos eléctricos con los que dar respuestas de movilidad a la población en las ciudades
Socovel, hija de los tiempos de escasez
Con la mayor parte de la gasolina fluyendo hacia los frentes de guerra, en la Bélgica ocupada se necesitaron respuestas rápidas a las necesidades de movilidad de la población. Y no sólo eso, también habían de ser baratas. Por ello lo ideal fue enfocarse en la construcción de scooters, las cuales fueron en el caso de Socovel eléctricas.
Tras lograr el permiso de fabricación en 1941 por parte de las autoridades nazis, los hermanos Limette iniciaron sus actividades en un taller de Bruselas donde ensamblaban las piezas de orígenes diversos conseguidas en aquellos tiempos difíciles. Así las cosas, para 1942 ya estaban vendiendo unas 400 unidades, teniendo que enmascarar las cifras reales de la producción ya que excedían lo que el ejército ocupante les había autorizado a hacer.
No obstante, los invasores nazis estaban interesados en la Socovel eléctrica, ya que planeaban destinarla a un uso recurrente para moverse por aeródromos y demás instalaciones militares. Al fin y al cabo, aunque el rendimiento de esta montura se cifraba en unos 50 kilómetros de autonomía con una máxima de 25 kilómetros por hora – a la cual era mejor no acercarse a fin de no comprometer demasiado la autonomía – todo esto resultaba suficiente para tal uso.
Acabada la contienda la marca abandonó los motores eléctricos para dedicarse sólo a los de combustión, pero dejaron un precedente interesante por el camino para la actual transición a lo eléctrico
Finalmente, los nazis no se convirtieron en un cliente masivo de Socovel ya que lo ocurrido desde el Desembarco de Normandía en adelante los hizo retroceder hasta Berlín. Además, acabada la guerra Bélgica volvió a vivir un abastecimiento normal de combustible, quedando las restricciones para las antiguas potencias agresoras – el eje Roma, Berlín, Tokio – y los países que, como España, tardaron un tiempo en desligarse de sus antiguos lazos con el III Reich para posicionarse así en el tablero de la Guerra Fría pudiendo salir de la autarquía y el ostracismo. Tiempos de paz en los que ya no era tan necesario verse comprometido por las limitaciones que de aquellas tenía la movilidad eléctrica, haciendo que incluso la propia Socovel desguazase las unidades sobrantes y se pasara a una gama de combustión animada por motores Villiers.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS