Moto del día: Endre Zolnay Plegable

Moto del día: Endre Zolnay Plegable

Esta motocicleta plegable contó con un diseño tan interesante como una situación financiera tan compleja. En fin, la paradoja de Endre Zolnay.


Tiempo de lectura: 4 min.

Aunque corra el riesgo de ser una sentencia manida, la realidad es que “los clásicos siempre son modernos”. De hecho, teniendo en cuenta esta idea podemos vacunarnos de forma efectiva contra cualquier exceso de autoestima futurista pues, a decir verdad, muchos de los últimos grandes avances vistos por la industria de las dos ruedas tienen precedentes muy antiguos. De hecho, rastreando en los orígenes de las motocicletas plegables encontramos un precedente muy interesante ni más ni menos que en 1929.

Pero vayamos por partes. Así las cosas, lo primero que habremos de reconocer es cómo, realmente, este tipo de diseños no han gozado de demasiado éxito. Casi siempre proyectados como posible complemento a un automóvil donde transportarlos -véase la Honda Motocompo– estos nunca han gozado de entidad en sí mismos. Además, hoy en día, con el éxito de las pequeñas bicicletas plegables con ayuda eléctrica, se hace más innecesaria que nunca la idea de un escueto ciclomotor capaz de ser llevado en una maleta como alternativa al resto de medios de transporte urbano.

Sin embargo, a finales de los años veinte el motociclismo todavía estaba dando sus primeros pasos en no pocos aspectos, por lo que cualquier innovación experimental ha de ser vista con admiración pues, al fin y al cabo, la tecnología se ha abierto camino a golpe de atrevimiento. Llegados a este punto, nos topamos con la figura del húngaro Endre Zolnay. Inventor por cuenta propia, este inquieto diseñador responde al modelo de visionarios individualistas tan propio de una época en la que -hoy sería imposible- aún podían surgir iniciativas con éxito más allá de las grandes corporaciones.

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La idea de una motocicleta plegable se antojaba como algo con cierto nicho de mercado, pero sin embargo la crisis posterior al Crack de 1929 hizo inviable el proyecto

Una idea que fracasó por el dinero, Endre Zolnay y su motocicleta plegable

A mediados de los años veinte Endre Zolnay se encontraba al mando de su propia empresa dedicada a la fabricación de calculadoras. Sí, máquinas de cálculo complemente mecánicas, sin necesidad alguna de la electricidad o la informática. No obstante, su interés por tecnología no se quedaba sólo aquí, ya que albergaba grandes planes para con el motociclismo. Y es que, no en vano, antes de la llegada del automovilismo masivo producir en masa motocicletas baratas, sencillas y prácticas para el entorno urbano se mostraba como una excelente idea comercial.

Ahora, ¿cómo diferenciarse de la competencia? ¿Cómo lograr resaltar en medio de un mercado donde las referencias se multiplicaban por momentos? Bueno, pues produciendo una máquina capaz de resaltar por, en este caso, su practicidad. Concretamente la practicidad de poder ir plegada en una maleta para, en tan sólo un momento, armarse sin más problemas de cara a echar a andar. De esta manera, a finales de los años veinte Endre Zolnay patentó el diseño de su motocicleta plegable con, dicho sea de paso, una apariencia realmente depurada.

Capaz de plegarse en dos mitades superpuestas una encima de la otra, este invento carenaba todos los elementos posibles en pos de la limpieza y la sencillez. Gracias a ello, el motor de dos tiempos y 98 centímetros cúbicos quedaba perfectamente oculto a la vista dentro de la mitad trasera. Ahora, ¿cómo se solucionó la cuestión de la refrigeración? Pues forzándola. Forzándola con una turbina que lo succionaba y expulsaba, favoreciendo la entrada de un flujo generoso por la parte delantera.

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Elementos como la curiosa refrigeración forzada con una turbina que sacaba el aire para mejorar el flujo denotaban un diseño de lo más cuidado

Pero vaya, aunque esta motocicleta plegable cuenta con un evidente atractivo, lo cierto es que Endre Zolnay no comenzó a fabricarla en el mejor momento. Es más, lo hizo justo cuando los efectos del Crack de 1929 empezaron a hacer una mella sin precedentes en la capacidad de consumo del occidente capitalista. Debido a ello, tras ensamblar unas pocas unidades todo acabó yéndose al traste, quedando nuestro personaje refugiado en la fabricación de cajas registradoras. En fin, no se puede decir que aquel húngaro no fuera una persona con capacidad de adaptación.

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Sobre mí

Miguel Sánchez

Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.

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