La Honda TL250 –o bien Honda 250 TL, como también se la conoce–, podría ser considerada como una pionera, una moto adelantada a su tiempo en el mundo del trial. ¿Por qué? Pues porque su motor es un “cuatro tiempos”, una solución que contrastaba enormemente con el resto de competidoras, todas con motores “dos tiempos”.
El mundo del trial siempre ha sido un tanto particular. Sus motos son apenas un chasis ultra delgado con algún adorno para hacerlo bonito, su motor no es muy potente, pero sube rápido de revoluciones y tiene par, sus frenos no son precisamente grandes –no van a correr, no necesitan que sean grandes– y sus motores, por lo general, son “dos tiempos”, por lo ligeros que resultan.
No siempre fueron así, antes costaba diferenciar una motocicleta de trial de una motocicleta todoterreno salvo por algún detalle muy específico, pero la evolución les ha llevado a un extremo radical, como siempre ocurre. No obstante, los motores de “cuatro tiempos” no lo han tenido fácil y aunque ahora tienen peso en el mercado, ni siempre fue así. De hecho, allá por la década de los 70, encontrar una motocicleta de trial con motor “de válvulas” era harto complicado. Tanto, que solo había una opción: la Honda TL250.
El mundo del trial, a nivel internacional, estaba dominado por las marcas españolas, por aquellas Bultaco, OSSA y Montesa, pero los japoneses les comían terreno como se lo comieron en otros apartados como las motocicletas de turismo o con las todoterreno. La llegada de los nipones fue arrolladora y pocos fueron capaces de aguantar la embestida. Fue tanta la fuerza que llevaban las marcas orientales, que se permitían el lujo de experimentar con soluciones que, a priori, no servían, como el “cuatro tiempos” en trial.
La Honda TL250 parecía no tener ningún sentido, ya que en el trial lo importante es el peso y un motor “cuatro tiempos” pesa más que uno “de agujeros”, lo suficiente para marcar la diferencia en muchas pruebas de campeonatos mundiales. De hecho, la revista Solo Moto, en su número 16, probó la TL250 y no tardaron en opinar que a nivel aficionado el modelo eran bastante interesante, pero a nivel de competición profesional, no permitirá “realizar proezas al nivel de los campeonatos nacionales y, todavía menos de los internacionales”.
También se decían cosas como que la parte del cuadro parecía pesada y demasiado sólida para el trial, y que tenía un aspecto un poco grosero de un tractor agrícola. Divertida comparación, pero, no obstante, deja claro que en el trial la cosa era “dos tiempos” incluso para la estética, ¿un sector demasiado “purista”?
Lo más interesante de la Honda TL250 es que la firma japonesa colaboró con Sammy Miller para su desarrollo, quien exigió muchos cambios sobre las primeras proyecciones del modelo. Unos cambios que le demostraron al redactor de la prueba publcada en Solo Moto, Yanick Muller, que se podía ganar con ella. Sammy logró obtuvo varias victorias con el primer prototipo y en 1974 ganó su primera prueba en Sturminister Newton Trial, en Gillingham –Inglaterra–.
El motor de la honda TL250 era el centro de toda atención, un monocilíndrico con dos árboles de levas en culata –cuatro válvulas– y refrigerado por aire, con 248 centímetros cúbicos y capaz de rendir entre 16 y 18 CV a 8.000 revoluciones. La transmisión era de cinco relaciones. El chasis, un simple cuna desdoblado fabricado con tubo de acero, no impedía que el peso total del conjunto fuera de 99 kilos.
Si recurrimos a la prueba de la revista Solo Moto, aunque era un motor poco habitual en trial en aquellos años, se le consideró como extraordinariamente suave. Pero no solo eso, también se dice en dicho test que no hay subidas imposibles para esta máquina en segunda y que el motor no se para nunca, ni en las peores condiciones. Otras consideraciones tenían que ver con la entrega de potencia, su capacidad de freno motor, que era tanto una ventaja como una desventaja.
Javi Martín
Con 20 años no ponía ni una sola tilde y llegaba a cometer faltas como escribir 'hiba'. Algo digno de que me cortaran los dedos. Hoy, me gano un sueldo como redactor. ¡Las vueltas que da la vida! Si me vieran mis profesores del colegio o del instituto, la charla sería de órdago.COMENTARIOS