Como sabréis quienes seáis lectores habituales de esta sección, en la Moto del Día llevamos casi dos años dedicando una atención especial al motociclismo ibérico. De esta forma, y tras varios centenares de modelos reseñados, ya empezamos a emprender la recta final de este panorama histórico. Así las cosas, aunque aún os tenemos reservadas algunas piezas experimentales y de competición, también deberemos insistir en ciertos temas lógicamente manidos. Uno de ellos es todo lo ocurrido en la industria motociclista española de los años sesenta.
Para empezar, la década se estrenó con una caída espectacular en las ventas de las Turismo Y es que, no en vano, éstas carecían de sentido en un mercado donde, tan sólo pagando algo más, ya se podía marchar cómodamente instalado en el habitáculo de un FASA o SEAT. Llegados a este punto, el ir sobre dos ruedas con motor quedó especialmente ceñido a dos ámbitos. El primero tenía que ver con la deportividad y el ocio; algo en lo que el auge del Off-Road en todas sus vertientes tuvo mucho que decir para fortuna de OSSA, Montesa y Bultaco. Las tres que mejor se vieron venir el auge de este fenómeno.
Respecto al segundo, éste se ceñía al ámbito de las pequeñas cilindradas. Aquellas que, por su economía de uso y facilidad en materia de licencia de conducción, conquistaba el bolsillo de las clases trabajadoras en sus desplazamientos diarios. Y es que, para qué engañarnos, en el motociclismo también había clases marcadas por la economía. Hablando claro: mientras Bultaco tributaba favores a los hijos privilegiados de la burguesía catalana, marcas como Derbi – con modelos populares como la Antorcha o Paleta – jugaban las más de sus lealtades entre los segmentos populares de la población.
A finales de los sesenta la mezcla de ciclomotor y montura campera dio lugar a un nuevo tipo de moto especialmente exitoso en lo comercial
Derbi Coyote 49, la fusión de dos ámbitos
Dicho lo dicho, lo cierto es que a finales de los años sesenta al fin existía en España una generación que, aún con problemas evidentes, podía acceder al consumo de forma generalizada. Gracias a ello, cada vez era más común ver a gente muy joven sobre ciclomotores, combinando el uso práctico con el definido por el ocio. De esta manera, los fabricantes supervivientes a la crisis de las Turismo vieron la posibilidad de abrir un nuevo segmento comercial.
Pero, ¿cuál habría de ser éste? Bueno, ni más ni menos que aquel destinado a mezclar la deportividad con la economía presentando al público joven monturas atractivas a bajo precio. En este sentido, Derbi ya había hecho sus inicios en materia de asfalto, desplegando a mediados de los sesenta una atractiva gama de diseños deportivos por debajo de los 74 centímetros cúbicos. No obstante, el auge del Cross – para desgracia de las plácidas siestas de verano – invitaba a dar un giro más a esta idea.
Por ello, a finales de la década desde Gimson hasta Lambretta pasando por Avello-Puch fueron muchas las empresas con producción local enfocadas al concepto de ciclomotor campero. A la postre, un verdadero éxito de ventas con hitos como la Puch Minicross o el Derbi Cross V4 de mediados de los años setenta. No obstante, la marca catalana dio sus primeros pasos en este ámbito allá por 1971 gracias al Coyote 49.
Fue un paso previo a la llegada del Cross V4, uno de los grandes éxitos de ventas entre la juventud española de los años setenta
Creada en medio del furor de ventas desatado por las Variant y Scootmatic de 1969, esta montura combinaba aptitudes Cross con una cilindrada legalmente accesible desde los dieciséis años. En suma, un ciclomotor campero con todos los condicionantes necesarios para ser un éxito de ventas. De hecho, seguramente no pocos aficionados la estén recordando en este preciso momento como su máquina de iniciación en el mundo del motociclismo. Además, más allá de la marcha por los caminos incluso hubo quienes aprendieron los rudimentos del Trial gracias a la Coyote 49. Modelo que, tras algunas evoluciones donde se registraron mejoras en las suspensiones, fue rebasado en 1975 por el Cross V4. Éste ya todo un icono para el motociclismo juvenil en la Península Ibérica.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.La mía derbi-cross 50v4 la naranja y después de más de 40 años juntos por no tener donde tenerla tengo que venderla, me da pena tantas batallas con ella
La “Lobito”de mi juventud ❤️