La Fantic Fast fue uno de esos ciclomotores que te entraban por los ojos antes incluso de saber qué llevaba por dentro. Tenía ese aire entre bicicleta musculada y moto ligera que, para un chaval de 14 o 15 años, era exactamente el punto intermedio perfecto: tiene pinta de moto, pero me dejan llevarla. Y para muchos, eso era suficiente para enamorarse.
Formaba parte de esa generación de tubone italianos que mezclaban estética raincg, chasis fino de acero y motores Minarelli que aceptaban mejor los “ajustes” de fin de semana que un profesor paciente acepta un examen mal presentado. La Fast, en concreto, tenía una actitud algo distinta: menos rural, menos agrícola, más de chaval que se movía por el pueblo como si fuera el protagonista de su propia serie de televisión.
Era ligera, con ese depósito estilizado integrado en el chasis y una postura que te hacía sentir más piloto de lo que realmente eras. Pero lo mejor era lo otro: la sensación de libertad desproporcionada que te daba. Ese momento en el que tus amigos tenían scooters y tú aparecías con una Fast… Era uno de esos tubone con aspecto de motos de carreras, o eso al menos pretendía con sus tapas de plástico y su decoración.
Y ojo, no era solo fachada. El motor, sin ser una barbaridad, tenía ese puntito alegre de los Minarelli que respondían bien, que subían de vueltas con gusto, y que –si alguien del grupo tenía “mano”– podían acabar rindiendo como motos de mayor cilindrada. No era una moto rápida, pero lo parecía. No era una moto grande, pero lo parecía. Y seamos sinceros, con 14 años, eso mola.
La Fantic Fast fue, al final, una de esas máquinas que te definían. Si la llevabas, decías algo de ti: que querías una moto distinta, que te molaba el rollo deportivo pero sin caer en el scooter. Y esa mezcla de identidades es justo lo que la hace hoy tan interesante. Porque ya casi no quedan ciclomotores que te cuenten de dónde viene su dueño. Todo funciona, todo arranca, todo es plano.
Nunca llegó a España, así que aquí es una moto muy, muy rara, pero era rival directa de la Motron Compact Racing RZ1 y si hubiera llegado, habría sido la elección de muchos chavales. Quizá hubiera eclipsado al Vespino…


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Javi Martín
Con 20 años no ponía ni una sola tilde y llegaba a cometer faltas como escribir 'hiba'. Algo digno de que me cortaran los dedos. Hoy, me gano un sueldo como redactor. ¡Las vueltas que da la vida! Si me vieran mis profesores del colegio o del instituto, la charla sería de órdago.COMENTARIOS