Si pensamos en un vehículo de dos ruedas a motor realmente exitoso en lo comercial posiblemente la primera referencia en venirnos a la mente sea la del ciclomotor Mobylette. Creado a finales de los años cuarenta por la francesa Motobécane, éste se convirtió en un increíble éxito de ventas durante décadas a través de multitud de variantes con especificaciones de todo tipo. Las más de las mismas fabricadas en España gracias a la licencia adquirida por la vasca G.A.C.
De esta manera, desde las variantes con equipación más urbana hasta las que incluso llegaron a coquetear -dentro de las posibilidades de un modelo tan modesto- con el incipiente Off-Road juvenil de los años sesenta, el Mobylette se presentó con todo tipo de apariencias ante un público rendido a su excelente relación calidad/precio.
Eso sí, analizando la vida comercial de este ciclomotor en el mercado español vemos cómo no todas y cada una de sus variantes lo tuvieron demasiado fácil. De hecho, algunas de ellas tan sólo pudieron permanecer en los concesionarios durante unos pocos meses, inevitablemente atrapadas por la falta de demanda en un país donde, al fin y al cabo, el público exigía en su mayoría monturas poco especializadas en su diseño.
Así las cosas, destaca la aparición del Mobyx en 1978 para, ya en el catálogo del año siguiente, no encontrarse ya anunciado en la gama de G.A.C. Definido por su escueto tamaño -más aún cuando observamos cómo su manillar podía plegarse a fin de ocupar muy poco en cualquier nicho de almacenaje-, el Mobyx fue una especie de ciclomotor pensado para ser llevado en un vehículo tipo furgoneta o autocaravana y, llegada la ocasión, ser desplegado para recorrer la última parte del trayecto ya en zona urbana.
Todo ello con un escueto pero efectivo motor de 49,9 centímetros cúbicos y 1,8 CV. Más que suficiente para llevar a un pasajero sobre sus ruedas de radio reducido, las cuales nos recuerdan a diversas minimotos de la época. En fin, un vehículo sin duda muy práctico para determinadas situaciones, a modo de complemento, pero, por eso mismo, incapaz de sobrevivir en un mercado austero donde sólo se triunfaba a golpe de practicidad y versatilidad.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS