Durante la Segunda Guerra Mundial, en la Francia ocupada, los señores Maurice Goudard y Marcel Mennesson pusieron en marcha la idea de colocar un motor a una bicicleta. Puede que no fuese el colmo de la originalidad, pero la idea databa de 1917 y en diciembre de 1940 hicieron el primer prototipo. Desde luego la ubicación del motor es curiosa: sobre la rueda delantera. Ese fue el génesis de la VeloSoleX, aunque hubo que esperar para su venta a abril de 1946.
Este ingenio mecánico permitía a los ciclistas aliviar sobre sus piernas el alivio del pedaleo en gran medida, ya que el pequeño motor monocilíndrico de dos tiempos y 45 cc entregaba casi 1 CV de potencia. ¿Mucho o poco? Es como tener dos ciclistas profesionales tirando de la bici -considerando su potencia media por hora-. Sí, desde luego que tenía que aliviar mucho la marcha, subía rampas de hasta el 8 % sin tener que pedalear.
Para aquellos franceses que no podían permitirse otro medio de locomoción la VeloSoleX era una buena solución. La idea fue tan buena que se extendió por distintos países del mundo, incluyendo el nuestro. A España llegó como Orbea Velosolex a partir de 1957.
Lo que empezó siendo un negocio familiar de los Orbea desde 1880 se escindió en 1926, Orbea y Cía. (Eibar) e Hijos de Orbea S. en C. (Vitoria). Los de Eibar se dedicaron a la producción de bicicletas, pero ante la caída del mercado se tomó la decisión de llegar a un acuerdo con Solex para producir la VeloSoleX bajo licencia, lo habitual en la época, dadas las restricciones a la importación por la autarquía económica.
Los primeros contactos se produjeron en 1956, cuando representantes de Orbea se trasladaron a Courveboie, cerca de París. Tras una primera visita a fábrica en la que el recibimiento de los trabajadores no fue -digamos- amable, se firmó el acuerdo de colaboración. En Eibar se produciría el modelo VeloSoleX 1100 con motor de 49 cc, pero había una serie de problemas iniciales para industrializarla. Para empezar, Orbea no había hecho nada parecido antes.
BP comercializó desde 1947 una lata de 2 litros con la mezcla aceite/gasolina ideal para ella, Solexine
Importar componentes de Francia no era una opción a menos que se tirarse de contrabando. Solex acabó mandando a un ingenierio, monsieur Wilson, para formar a los técnicos y trabajadores de Orbea para fabricar localmente todas las piezas necesarias. Cuando salió a la venta era el ciclomotor más económico y ligero del mercado, y el eslogan elegido fue “la bicicleta que rueda sola”. Su precio de lanzamiento fue de 4.500 pesetas, en dinero actual unos 1.345 euros.
Se unía así el prestigio de un fabricante de bicicletas bien conocido en España con una fórmula que había demostrado su eficacia comercial en otros países, de ahí el “llega a España después de triunfar en el extranjero”, según la publicidad de la época. Llegó a anunciarse como “el medio ideal de desplazamiento”. El servicio de Correos empezó a usarla a partir de 1961 en España.
Conducirla era tan sencillo como llevar una bicicleta algo pesada, más de 25 kg. El motor de gasolina iba engranado directamente a la llanta mediante rodillo estriado, y la transmisión se acoplaba y desacoplaba con una palanca que hacía las veces de embrague. No había mando del acelerador, en llano alcanzaba 30-35 km/h. Contaba con freno delantero de llanta y uno trasero de tambor.
La simplicidad mecánica era uno de sus fuertes, era muy fácil realizar reparaciones si fuese necesario, y valía el recambio de cualquier VeloSoleX. Además del motor, la única diferencia con una bicicleta estándar era la dimensión de las ruedas, un poco más anchas. Hasta se empleó como argumento publicitario que la podría llevar hasta un niño o que se podía soltar el manillar y mantenía la trayectoria.
Además del motor y un faro, no contaba con ningún lujo. Más adelante recibió elementos como portaequipajes, timbre de aviso, un práctico guardafaldas para señora (el cuadro era unisex) y la pata de cabra. Su consumo era ridículo incluso para la época, 1,25 l/100 km. El depósito está integrado en la parte delantera, el diseño no podía ser más simple.
Hubo dos variantes más evolucionadas, VeloSoleX 1700 (1959), con embrague centrífugo automático y refrigeración mejorada, y VeloSoleX 3800 (1966), con mayor par y desmultiplicación modificada para no pasar de 30 km/h, el modelo más común. En el mercado francés y otros países hubo más versiones a la venta.
Para Orbea y Cía. fue desde luego un buen negocio. Contamos con algunos datos de facturación: 14,22 millones de pesetas en 1960 sobre un total de 82 millones, un récord de 24 millones en 1963 -cuando el precio era de 3.995 pesetas- sobre 142 millones, y ya en 1967 muy poquito, 5,9 millones sobre 188. Orbea cesó la venta de la VeloSoleX en 1968, aunque en Francia duró más tiempo, 20 años más, hasta que no pudo competir con otros ciclomotores. Se habían fabricado 8 millones de unidades.
Javier Costas
Me gustan los coches desde que tengo uso de razón (o antes), las motos siempre me han inspirado mucho respeto, y sin saber cómo, ya me han enganchado.Buenos días. Mi abuelo tuvo ese “cacharro”, contaba que fue la primera “cosa” con dos ruedas y motor que se pudo permitir pero no guardaba buen recuerdo de ella puesto que por lo visto aparte de las prestaciones limitadas que tenía costaba muchísimo arrancarla y hacerla funcionar, especialmente si se paraba en caliente… por ello no se fiaba demasiado de ella y la tenía más de vehículo de paseo para los domingos que otra cosa, y nunca se iba lejos de casa con ella por si le dejaba tirado… además no había en aquella época mecánicos en su zona que… Leer más »