Uno de los mayores problemas experimentados por el motociclismo en España durante la primera mitad del Franquismo fue la falta evidente de una industria auxiliar solvente. De hecho, si a esto le sumamos la dificultad de acceso a ciertas materias primas -provocada por al aislamiento internacional del régimen durante los años comprendidos entre el inicio de la Segunda Guerra Mundial y los pactos con Estados Unidos ya en 1953- tenemos ante nosotros las claves para entender las dificultades inherentes a la fundación de una casa motociclista en aquel momento.
Así las cosas, más allá de radios, cojinetes, llantas y cadenas de una calidad cuestionables la industria auxiliar local apenas podía dar más de sí. Es más, examinando la fundación de Montesa vemos cómo ésta fue posible gracias a lograr unos volantes magnéticos previamente importados -casi de milagro- por una OSSA que no acaba de despegar en el mundo de las dos ruedas. No obstante, a pesar de la situación los hermanos Sanglas echaron a andar con sus talleres durante los difíciles años cuarenta. Años en los que, no se nos olvide, aún estaban racionado no pocos bienes de primera necesidad a una gran parte de la población.
De todos modos, aún con todo esto a sus espaldas Sanglas pudo salir adelante gracias a una combinación de pedidos oficiales y clientes privados pertenecientes a la burguesía catalana. De hecho, a mediados de los años cincuenta sus instalaciones ya se habían quedado pequeñas, haciéndose necesario el traslado a una nueva fábrica marcada por el racionalismo y la sobriedad. Eso sí, curiosamente ésta no habría de ser todo lo grande que se pudiera esperar debido a que Sanglas recurrió a la externalización. Eso sí, no en la pingüe industria auxiliar del momento sino en una red de talleres colaboradores.
La industria auxiliar en la España de los años cuarenta y cincuenta estaba seriamente dañada, entre otras cosas por la dificultad de acceder a ciertas materias primas
Sanglas, un modelo productivo realmente interesante
Desde sus inicios, Sanglas había intentado depender lo menos posible de la industria auxiliar. No sólo por los motivos anteriormente comentados, sino también por poder controlar así la calidad del producto en todos y cada uno de sus pasos de producción. Sin embargo, aquello se antojaba realmente complejo para un fabricante escasamente masivo. De esta manera, cuando a mediados de los años cincuenta adquirió una nueva fábrica tuvo que replantearse su modelo productivo.
Ahora, ¿cómo habría de hacerlo? Pues bien, lo cierto es que aquí entró en escena una idea realmente interesante. Ni más ni menos que la de crear su propia industria auxiliar, incentivando a trabajadores de la empresa el establecerse por libre en pequeños talleres dotados de una relación preferente. Es decir, pongamos que somos uno de los operarios de Sanglas especializados en la fabricación de llantas.
Pues bien, en vez de seguir en la cadena de montaje a sueldo de la marca ésta nos hubiera ofrecido una cierta ayuda a la hora de crear nuestro propia empresa. Empresa que, aunque autónoma, estaría asegurada con unos ciertos ingresos mínimos y constantes al actuar como proveedora de Sanglas. Sin duda, una idea cargada de carácter emprendedor -término discutible en el que se camufla no poca precariedad- que, a la larga, podría haber sido decisiva para la recuperación de la industria auxiliar. En general muy dañada tras la Guerra Civil a excepción de ciertos casos reseñables en el entorno fabril de Barcelona y Euskadi.
Con sus ventajas e inconvenientes, aquel modelo ideado por Sanglas supuso una verdadera novedad en la España de la época
No obstante, como todo en esta vida el plan de externalización fijado por Sanglas tenía un fallo evidente. Y es que, al fabricar cada vez menos elementos en sus propios talleres, los responsables de la marca no podían seguir un control de la calidad tan exigente como el de antes. Algo que, de hecho, se notó en la producción de las motocicletas. Es más, si adquirimos una cierta perspectiva histórica sobre las razones que, ya en los ochenta, sepultaron a la industria local tras la llegada masiva de los productos japoneses, la falta de calidad es una de ellas. Y es que, aunque sea duro admitirlo, la nostalgia por aquellas máquinas ahora clásicas puede cegarnos sobre los fallos y desmanes cometidos por los fabricantes peninsulares. No obstante, es digno de reconocimiento y elogio cómo Sanglas salió adelante contra todo pronóstico en medio de unos tiempos convulsos como los de la posguerra.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS