Esta motocicleta plegable se encuentra entre las más exitosas de la época, una moto que los chavales de los setenta seguro que conocen bien. De hecho, la primera toma de contacto de mi padre con una moto fue con una Mini Marcelino. Primera y única en verdad, porque fue sustituida por otro “bicilo”, pero sin motor. En España se fabricó bajo licencia entre 1969 y 1972, contando con dos versiones distintas: normal y Super.
La italiana Mini Marcellino fue fabricada originalmente por DMT (Dinamica Meccanica Tassinari) y se movía con un motor Franco Morini de 47,6 centímetros cúbicos que arrancaba “por tirón de pierna”. El bloque estaba montado en un bastidor rígido con una suspensión delantera muy limitada (por decir que tenía) y ruedas que se acercaban por diámetro a las de un patinete. El concepto nos recuerda mucho a la Honda Monkey.
La española Mini Marcellino fue construida por Emesto Palmieri Pirazzoli, un ex empleado de Ducati, en asociación con otros dos empresarios nacionales. Establecieron la compañía Dismave y utilizaron motores Ducati de 1,8 CV de potencia fabricados bajo licencia por Mototrans, empresa que también comercializó las innovadoras mini-motos. Para 1971, la versión Super aumentó su potencia a 2,2 CV gracias a un nuevo carburador, se suavizaron las líneas generales, e incluso se incorporó suspensión trasera y, opcionalmente, un cambio automático de tres velocidades.
Las primeras series se comercializaron como Mini Marcellino (con elle), y las últimas como Mini Marcelino (con ele)
La fábrica estaba en Sagunto, cerca de Valencia y, en total, se construyeron unas 3.700 de estas motillos a un precio de 13.060 pesetas (78,50 euros). No parece mucho, pero en la España de los sesenta un SEAT 600 costaba 68.100 pesetas (409,30 euros).
Fotografía: Pep Rovira (Wikimedia Commons) CC BY SA
Luis Blázquez
Aficionado al mundo del motor desde que fui concebido. Aprendí a leer con revistas de coches y, desde entonces, soy un completo enamorado de la gasolina. Como no se nace sabiendo todo, cada día es importante aprender algo nuevo y así ampliar los conocimientos. Este mundillo tiene mucho que ofrecer, al igual que un servidor a vosotros los lectores.“Ay la mochillo, ay la mochillo, ay la mochillo…”