Si tú que me estas leyendo ahora mismo peinas canas, seguro que te acuerdas de Lambretta, un fabricante de motocicletas que vivió sus años de esplendor en la década de los 60. La historia de esta compañía, como suele ser habitual con todos los fabricantes que tuvieron unos orígenes humildes, está llena de anécdotas y curiosidades.
Todo comenzó en 1946, el año “oficial” del nacimiento de las scooters. La Segunda Guerra Mundial se había acabado “antes de ayer”, Italia estaba devastada por la contienda y había una necesidad de movilidad, de poner de nuevo en marcha el país. Fue este caldo de cultivo el que vio nacer a Vespa y a Lambretta ese año.
Hay división de opiniones sobre cuál de las dos llegó primero, pero en cualquier caso estamos hablando de meses de diferencia. Lambretta, un nombre con una sonoridad exquisita -en mi opinión- viene del río Lambro de Milán, que pasaba muy cerca de la factoría donde se fabricaban estas motos. La creación fue obra del industrial Ferdinando Innocenti, una persona que entre muchas otras cosas había inventado los andamios circulares metálicos (como los que se usan hoy en día).
Los comienzos no fueron sencillos y en estos primeros años Innocenti diseño diferentes modelos (A, B, C…) que no tuvieron muy buena acogida, ya que presentaban algunos problemas y deficiencias en su diseño. El verdadero primer éxito para la marca llegaría en 1951 con la presentación de la Lambretta LD 125, uno de los pocos modelos exitosos que tuvo esta casa a lo largo de sus 15 años de historia.
La Lambretta LD 125 estuvo siete años en producción y posiblemente sea el modelo más icónico del fabricante milanés. Huelga decir que, aunque se parecía bastante a su sempiterna rival, la Vespa, la Lambretta tenía diferencias importantes respecto a su prima italiana.
Mientras que las Vespas empleaban un chasis autoportante, en el que las chapas y los carenados de la motocicleta eran a su vez la propia estructura del vehículo, las Lambrettas se creaban entorno a un esqueleto o bastidor construido con tubos circulares de acero a los que se le iban “agarrando” las diferentes piezas de la moto. Lo mismo el exitoso pasado con los andamios tubulares de Innocenti tuvo algo que ver en esta decisión de diseño.
Es curioso como la guerra entre estas dos compañías la ganó Vespa, pero la tecnología de Lambretta fue la que triunfó en el mercado con el paso de los años y hoy en día prácticamente todas las scooters de producción emplean bastidores tubulares para sus modelos, incluido el grupo Piaggio, propietario de Vespa.
Volviendo a la Lambretta LD 125, aparte del ya mencionado chasis tubular, tenía un motor de dos tiempos refrigerado por aire que erogaba unos modestos 4 CV de potencia a 5.600 vueltas. La velocidad máxima se quedaba en 75 km/h gracias a su caja de cambios manual de cuatro velocidades que se seleccionaban en el puño izquierdo, al igual que en las primigenias Vespas.
En los albores del scooter, los cambios de variador eran algo de ciencia ficción. Esta tecnología tardaría todavía unas cuantas décadas en generalizarse en este segmento y por aquel entonces el cambio manual era obligado, con sus ventajas e inconvenientes.
La Lambretta LD 125 era una moto larga, pues medía casi dos metros. Esto era debido a la disposición central del motor entre la rueda trasera y el suelo plano del modelo. Esta distribución de pesos le daba bastante estabilidad al modelo, puesto que todo quedaba muy centralizado, pero a cambio era complicado maniobrar un conjunto tan grande en espacios cerrados.
Estéticamente tenía unos trazos redondeadas y suaves, al igual que las Vespas coetáneas, pero bien es cierto que contaba con cierta bulbosidad en su zona trasera, que estaba formada por diferentes curvas y trazos en vez de presentar esa armonía y coherencia de su principal competidora.
Contaba con dos asientos independientes muy similares a los que te podías encontrar en las bicicletas de época, y con un sistema de muelles para cuidar en la medida de lo posible las posaderas de los pasajeros al circular por las estropeadas carreteras de la Italia de los años 50.
En la España franquista, y por cuestiones arancelarias, la encargada de fabricar y comercializar estas motos era Locomociones SA de Lambretta, una compañía fundada en Eibar por empresarios vascos y que tenía un acuerdo con la matriz italiana para la fabricación de sus modelos, algo similar a lo que hacía SEAT con la “Licencia Fiat”.
La Lambretta LD 125 es una clásica con todas las letras y de segunda mano cotizan como tal. Es por ello por lo que el mercado de segunda mano es algo bastante desconocido para los que no nos movemos en estos segmentos. Aquí detalles como la autenticidad del conjunto y el origen de sus piezas cobran especial relevancia, y una mala restauración puede dar al traste con la cotización de la unidad.
En este aspecto, si te gustan estas motos lo mejor es informarse muy bien primero, o intentar contactar con expertos que nos asesoren en el proceso de compra. No obstante, os puedo decir que los precios por unidades restauradas y “utilizables” arrancan en unos 4.000 euros.
Fotografía de portada | Antramir (Wikimedia Commons) CC BY SA 3.0
Gonzalo Lara Camarón
Ingeniero de software a tiempo completo y apasionado del motor en mis ratos libres. Los coches me gustan desde que tengo memoria, pero fue descubrir las motos y la “enfermedad” fue a peor. Mi sueño es recorrer todos los rincones del mundo sobre dos ruedas.COMENTARIOS