Durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, entre los Aliados se estableció una competición no escrita por ver quién era el primer ejército en llegar a Berlín. Obviamente esto estaba movido por el interés de acabar cuanto antes con el peor y más global conflicto armado que haya vivido la Humanidad, pero también había en juego otro tipo de cuestiones mucho más prosaicas. Especialmente todas aquellas que tuvieran que ver con la tecnología, ya que a nadie se le escapaba el alto desarrollo en ingeniería alcanzado por las fuerzas nazis. Así las cosas, quien primero se hiciera con según qué territorios también se haría con máquinas y planos de última generación a modo de botín de guerra. Un contexto bélico y de competencia tecnológica en el que se inscribió la historia de la DKW RT 125.
No obstante, lo mejor para entender todo esto será aclarar la situación con algunos ejemplos de vital importancia. Para empezar, hay que entender cómo ya antes de acabar la Segunda Guerra Mundial el mundo sabía perfectamente que no iba a llegar la paz fácilmente. Y es que, aunque fueran aliados estratégicos en la lucha contra el enemigo común, lo cierto es que la política posterior a la derrota nazi se atisbaba como un tablero de tensiones constantes entre el bloque encabezado por los Estados Unidos y el comandado por la Unión Soviética. De esta manera, hacerse con la tecnología militar nazi fue un objetivo vital para ambas partes. En lo referido a la Unión Soviética, ésta encontró y requisó no pocos diseños de BMW que fueron llevados a las fábricas de Moscú donde no pudieron replicarlos con éxito debido a la falta de técnicos.
En lo que respecta a los Estados Unidos, la operación Paperclip exoneró de responsabilidades penales a no pocos ingenieros alemanes a cambio de participar en el programa espacial de la NASA. De hecho, el caso más conocido y nada ocultado fue el de Wernher Von Braun. Uno de los principales artífices en la creación de los misiles supersónicos V2 que propagaron el terror entre la población de Inglaterra y Bélgica, sirviendo como base para los científicamente más provechosos cohetes de las misiones Júpiter y Apolo. No obstante, yendo a un nivel de tecnología más cotidiana el mejor ejemplo de diseño alemán incautado por los Aliados es el de la motocicleta DKW RT 125 de 1939. Posiblemente el modelo más replicado en la historia de las dos ruedas.
El alto desarrollo tecnológico alcanzado por la Alemania Nazi fue realmente espectacular desde cualquier punto de vista, aunque no se puede obviar de ninguna manera que gran parte del mismo procedía de organizar la producción con visos a una economía de guerra expansionista, la cual, por definición, tiene por fin la destrucción de la paz entre naciones civilizadas
DKW RT 125, usada por todo el mundo
Para los años treinta DKW era el mayor fabricante de motocicletas del mundo. Algo así como una Volkswagen de las dos ruedas en la que la practicidad y robustez de sus modelos habían logrado conquistar los favores del mercado. De esta manera, lo que para el automovilismo fue el KdF Wagen – tras la contienda conocido como VW Beetle – en el mundo del motociclismo fue la DKW RT 125. Sencilla, de fácil fabricación, muy robusta, económica, de bajos consumos y muy buen manejo este vehículo lo tenía todo para ser la opción perfecta de cara a motorizar a las masas tras la Segunda Guerra Mundial.
Además, su motor monocilíndrico de dos tiempos con casi 5 CV de potencia lograba una velocidad máxima cercana a los 80 kilómetros por hora, otorgando unas prestaciones similares a las de modelos con el doble de cilindrada pero con el precio de una aún menos potente. En resumen, la DKW RT 125 fue todo un prodigio en términos de relación calidad / precio. De hecho, las siglas RT vienen por Reichstyp. Cuya traducción podría resolverse en “ modelo nacional “. Una motocicleta ideal para dar soluciones de movilidad creíbles y accesibles al grueso de la población.
Por todo ello, es obvio que nada más caer el III Reich todas las potencias aliadas querían hacerse con los planos de la DKW RT 125 para replicarla en sus respectivos países. En primer lugar los soviéticos, quienes lejos de llevarse tan sólo los diseños secuestraron a buena parte del equipo técnico de DKW para incorporarlo a la fábrica moscovita de Mytishchi MMZ de cara a producir la Minsk Motorcycle 125. Polonia la fabricó bajo la marca Sokol con el nombre de Sokol 125.
El diseño de la DKW RT 125 es tan sencillo como brillante, dando una alternativa en materia de movilidad a la mayor parte de la población, ya que su precio en concesionario era equivalente al sueldo de un maestro durante un mes de trabajo
Y vaya, en lo referido a los países occidentales la DKW encontró un protagonismo muy especial cuando mutó ni más ni menos que a una Harley-Davidson. Concretamente a la Hummer de 1948. Una montura gracias a la cual la marca americana popularizó su presencia en las cilindradas bajas con gran éxito de ventas. Y, por si fuera poco, la antigua empresa militar británica BSA optó por copiar a nuestra protagonista cuando se lanzó después de la guerra a la fabricación masiva de motocicletas populares. Lo hizo bajo el nombre de BSA Bantam D3. En suma, ¿puede haber sido la DKW RT 125 una de las motocicletas más decisivas e influyentes de toda la historia? Obviamente puede que sí.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS