Ducson es recordada como una de las marcas catalanas más relacionadas con el mundo de las bajas cilindradas. Además, muchos de sus diseños son reconocibles desde el primer vistazo gracias a la particular e innovadora forma de sus bastidores en chapa estampada. Con una apariencia visualmente depurada gracias a la sempiterna línea diagonal descendente. Asimismo, también tuvo una interesante presencia en las carreras – donde fue esencial para que muchos pilotos se fogueasen en las cilindradas más escuetas – e incluso llegó a crear un modelo tan icónico como el Reprís. No obstante, el inicio de su gama parte en el ciclomotor Ducson Mosquito. Una interesante máquina para el día a día dotada con el famoso motor de la casa italiana Garelli.
Dicho esto, lo mejor será ir por partes de cara a comprender a este primer modelo de Ducson. Para empezar, hemos de situarnos en 1954. Año en el que salió al mercado el Mosquito, completamente marcado por la dependencia del sector automotriz español respecto de las patentes italianas. Algo, por otra parte, completamente normal. No en vano, aunque ya habían pasado los tiempos más duros de la posguerra – la última cartilla de racionamiento se usó justo un año antes de la salida al mercado de este ciclomotor – lo cierto es que aún quedaba mucho por andar en materia de diseño industrial. Es decir, España ya era capaz de producir en masa, pero no de diseñar tecnología propia como sí lo hacían en el norte de Italia.
De esta manera, desde Rondine hasta Piaggio pasando por Ducati o Lambretta no pocas marcas del país transalpino desembarcaron en la Península Ibérica mediante la fórmula de la fabricación bajo licencia. Además, en lo referido al mundo de los velomotores y las bicicletas motorizadas los motores Cucciolo – Ducati – y Mosquito – Garelli – fueron especialmente populares. Gracias a ello, se iba creando un caldo de cultivo propicio para dar el salto de los cuadros de bicicleta a los de chapa estampada, asentando un segmento al que poder llamar motociclista con pleno derecho. Todo ello gracias a modelos como el Ducson Mosquito. Ya un ciclomotor que, aún a pesar de su carácter liviano, escalaba en entidad respecto a, por ejemplo, el Derbi SRS.
Junto al Cucciolo, el Mosquito fue uno de los pequeños motores italianos más populares a la hora de propulsar velomotores y ciclomotores
Ducson Mosquito, el primero de la casa
En el salto dado por Ducson desde el mundo de las bicicletas al de las motos, hubo algo que hicieron realmente bien. No lanzarse a crear una gama automotriz hasta dominar completamente la técnica de la chapa estampada para la fabricación de los bastidores. Dicho así, quizás muchas personas no le den la debida importancia. Pero lo cierto es que sólo basta revisar la historia de otras marcas para ver la importancia de ello. En ese sentido, ahí está todo lo ocurrido con la Mymsa X-13. Un verdadero desastre contable que, en última instancia, supuso la ruina del fabricante debido a lo confiado que fue respecto a su dominio de la técnica.
No en vano, si la chapa no se trabajaba adecuadamente podían aparecer fisuras con gran facilidad, echando a perder por completo el modelo debido a lo insustituible del chasis. Así las cosas, Ducson ensayo primero con esta técnica sobre otros componentes y, sólo cuando en 1954 se sintió segura, empezó a producir los bastidores de la Ducson Mosquito. Por cierto, no sólo con una calidad reseñable, sino también con el característico diseño con la diagonal cayendo del manillar al eje trasero.
Eso sí, aunque no externalizó la tarea de chapa – como sí lo hizo la sevillana ISA, delegando los bastidores de su Velomosquito 511 en la madrileña MMM – Ducson no quiso tener en este su primer modelo una mecánica propia. Lógico, pues el coste de crear motores con firma propia desde cero podía ser realmente elevado. De esta manera, recurrió al sobradamente probado y reconocido Mosquito M38. Uno de los motores más populares del momento en todo lo referido a las cilindradas más escuetas, producido por Garelli para ser vendido de forma masiva tanto en Italia como en España.
Dos años más tarde Ducson dejó a un lado el motor Mosquito para usar los producidos por la alicantina Setter. Curiosamente, en ese mismo año – 1956 – ISA comenzaba la producción del Velomosquito 511 en Sevilla con ese mismo motor
Con 38,5 centímetros cúbicos, éste entregaba 0,8 CV a 4.200 revoluciones por minuto para una velocidad punta de 32 kilómetros por hora. Más que suficiente para los desplazamientos diarios de un único pasajero a través del día a día en la ciudad. Y es que lo importante aquí no eran las prestaciones, sino la economía. Algo que iba a tono con la fiabilidad demostrada por el Ducson Mosquito, dotado con un motor que pasó una de las pruebas de confianza más severas de entre todas las que nunca se hayan hecho. Funcionar, sin pausa de ningún tipo, durante 55 días seguidos a una media de 30 kilómetros por hora. Eso es resistencia.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.Yo tengo un chasis cómo éste a la venta