Sin duda, la historia del Trial en España está plagada de éxitos. Es más, hoy en día Toni Bou sigue siendo la referencia indiscutible en esta especialidad del Off-Road, habiendo ganado de forma consecutiva el Mundial desde 2007 en adelante. No obstante, llama la atención cómo todo esto se pavimentó desde unos inicios más que endebles. En este sentido, lo más recurrente es recordar el sonoro fracaso cosechado por Montesa a finales de los años sesenta. Cuando envío varias motocicletas turismo a competir en una prueba de Cross disputada en Gales.
Sin ningún tipo de adaptación, éstas cosecharon un rotundo revés al enfrentarse con las embarradas sendas británicas. Sin embargo, aquella anécdota sirvió como punto de partida para el interés de la marca por el Off-Road incluso con Francisco Xavier Bultó aún en ella. Así las cosas, en 1957 se presentó la primitiva Cabra y, ya en los sesenta, la mucho más específica Brío Cross. Ahora, si tenemos que buscar un año fundamental para marcar el inicio del Trial en España ése ha de ser 1961. No en vano, fue aquí cuando se celebró el I Trial de Viladrau.
A partir de aquí -y con la ayuda decidida de la FIM a través de diversos cursos y encuentros- esta especialidad de trazo fino fue ganando más terreno especialmente en Cataluña, donde la familia Bultó irradiaba desde su finca una singular pasión por hacer equilibrios a dos ruedas. De esta forma, en 1965 la aparición de la Bultaco Sherpa T “Sammy Miller” marcó un giro radical en el Trial tras ganar los Seis Días de Escocia. No en vano, lo había hecho gracias a su ligereza y maniobrabilidad frente a las ya antiguas monturas británicas con cuatro tiempos, iniciando así una renovación total en lo que se refiere al diseño de las motocicletas de Trial.
Tras un dominio completo del Mundial de Trial durante los años setenta, las marcas catalanas se hundieron al no poder competir en un nuevo mercado más abierto al exterior
Bultaco Sherpa T 199A, llega la Sherpa azul
Tras el éxito de Bultaco con sus Sherpa T, en Montesa reaccionan presentando en 1968 la Cota 247. Otro hito para el motociclismo con factura hispana, siendo reconocida dentro y fuera de los circuitos como una de las mejores monturas de Trial de la historia. Además, a comienzos de los setenta OSSA se sumaba al fenómeno con su sensacional 250 MAR desarrollada por Mick Andrews. Todo ello para, a fin de cuentas, hacer de las industrias catalanas del motor una referencia mundial en el ámbito del Off-Road.
De hecho, esto mismo estaba ocurriendo en el Motocross, donde monturas como la Pursang de Bultaco cosechaban constantes éxitos tanto en competición como en los concesionarios. En suma, fue sin duda el momento más dulce para las marcas hispanas, llegando a interpretar tantos éxitos en el mundo anglosajón que, dicho sea de paso, abandonaron de buena gana el mercado nacional. Y sí, aquello fue un error pues la década de los setenta iba a emprender la senda de la liberalización económica previa a la entrada en la Comunidad Económica Europea.
Es decir, quedaba muy poco para que las industrias catalanas del motor dejaran de estar protegidas por la acción de los aranceles, abriéndose así a la competencia con las mucho más modernas y eficientes monturas japonesas. Un hecho indiscutible más allá de nostalgias varias, evidenciando cómo la industria de la motocicleta en España se había acomodado demasiado a un mercado alterado desde los tiempos de la autarquía franquista. Llegados a este punto, en 1980 los éxitos del Trial catalán cayeron en picado de una manera más que abrupta.
La Sherpa T seguía siendo a finales de los años setena una excelente motocicleta de Trial que, llegado el caso, incluso podía desarrollar un buen servicio en materia de transporte campero como atestiguaba el Kit Pirineos
De hecho, el contraste fue evidente ya que se venia de un tiempo excelente; donde entre OSSA, Bultaco y Montesa ninguna marca que no perteneciera a este trío había ganado en lo más alto del Mundial -y antes el Europeo- desde 1968. Sin embargo, incluso a las puertas de una situación terminal -con la familia Bultó abandonando la dirección de la empresa- Bultaco siguió evolucionando su exitosa Sherpa T. Esta vez presentando a finales de 1978 las 198A y 199A. Inicio de las llamadas “Sherpas azules”, éstas se distinguían por el uso de este color frente al rojo tradicional aún conservando el mismo juego de pegatinas. Respecto a los cambios más técnicos, en ellos destaca principalmente el corte realizado en la parte baja del bastidor, donde el abrazo al motor por parte de dos tubos es sustituido por una plancha de aluminio. Algo importante en verdad, pues alargaba generosamente la altura al suelo. En lo relacionado con las versiones, éstas iban desde la Standard -con asiento de una única plaza- hasta la España con acomodo para dos personas. Además, también había una versión de competición aligerada hasta el punto de -como en muchas ocasiones anteriores- no contar con el sistema eléctrico. El remate a la gama lo hacía el Kit Pirineos, con un depósito de mayor tamaño para rutas largas y es que, al fin y al cabo, no era extraño de aquellas compatibilizar el Trial con el Cross en una misma máquina. En términos mecánicos, la Bultaco Sherpa T 199A montó un monocilíndrico de dos tiempos con 326 centímetros cúbicos y 20,8CV. Todo ello para llegar a vender casi 7.000 unidades antes de salir del mercado en 1980. No está nada mal para ser una de las últimas páginas en la vida de Bultaco.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS