Desde que diera sus primeros pasos durante el Salón de París de 1949, la Mobylette es una de las creaciones motociclistas más exitosas de todos los tiempos. Fiable, sencilla y económica ésta representó durante décadas uno de los mejores ejemplos en lo relativo al mundo de los ciclomotores. Además, su vida comercial tuvo una enorme expansión internacional gracias al método de la fabricación bajo licencia, del cual se benefició la vasca G.A.C produciendo en España este modelo a fin de tener un gran vida comercial.
Vida comercial en la que, dicho sea de paso, a cada poco aparecían nuevas y más llamativas versiones. Es más, a la postre ésta está siendo una de las principales motivaciones de cara a crear una afición de coleccionistas en torno al modelo; y es que, a fin de cuentas, resulta todo un reto no sólo relatar el árbol genealógico de variantes, sino -claro está- la propia adquisición de todas y cada una de ellas.
En fin, todo un microcosmos donde tuvieron cabida adaptaciones camperas, otras más urbanas y algunas enfocadas al transporte de bultos como nuestra protagonista de hoy: la Mobylette AV-52 Transportino. Aparecida en el catálogo de G.A.C allá por 1980, ésta no sólo equipaba el recurrente motor monocilíndrico con 49,9 centímetros cúbicos sino también el cómodo cambio automático Mobymatic.
Con sus transportines esta versión le ponía las cosas más fáciles a quienes se dedicaran a la mensajería y paquetería en las ciudades. Algo en lo cual la Mobylette destacaba bastante al ser un ciclomotor
Pero, qué es lo que hacía de ella un diseño específico con personalidad propia. Pues ni más ni menos que todas sus adaptaciones resueltas a fin de hacer más fácil la vida a los sufridos repartidores urbanos. De esta manera, sobre el eje delantero se disponía un soporte en el cual atar bultos. Y atención ya que, como por altura estos podía tapar el faro, la altura del mismo se incrementó montándose en la barra horizontal del manillar Trial tomado de las versiones Off-Road.
Además, la trasera también incorporaba un generoso transportín y, como remate, la Mobylette AV-52 Transportino equipaba un trípode -único en toda la gama- capaz de soportar hasta 140 kilos. En fin, obviamente no estamos ante un modelo con mecánica propia pero, sin duda, todas y cada una de sus pequeñas modificaciones hicieron de esta variante una opción tan práctica en sus tiempos como interesante en los nuestros si se es un coleccionista amante de los ciclomotores.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.Yo tengo una Lube 125cc del año 1953