Durante los años sesenta las diferentes modalidades del Off-Road fueron tomando cuerpos más definidos. Además, la afición al motociclismo de campo en todas y cada una de sus modalidades fue ampliándose hasta crear una enorme demanda; de hecho, las empresas que supieron adaptarse a esto no sólo sobrevivieron sino que incluso crecieron mientras que, como se pudo ver muy bien en España, aquellas que sólo apostaron por la carretera tendieron a la desaparición en su mayor parte.
Además, a finales de los años sesenta el mercado juvenil vivió una explosión sin igual. Liberadas de las necesidades y estrecheces de la posguerra, cada vez eran más las familias que podían comprar a sus hijos adolescentes un ciclomotor en vez de una sencilla bicicleta. Así las cosas, la macarrada se abrió paso a golpe de pequeñas máquinas con ciertas habilidades Cross. Habían nacido los ciclomotores Off-Road y vaya, aquello fue todo un éxito.
La conjunción de mercado juvenil y afición creciente por el Off-Road inundó el mercado de finales de los años sesenta con una gran oleada de ciclomotores camperos de calidad diversa
De hecho, en España tenemos muy buenos ejemplos comerciales en este sentido con modelos como el Puch Minicross o el Derbi Cross. Auténticos responsables de iniciar a miles de aficionados no sólo en el mundo de los caminos sino en el de la moto en general. Asimismo, este mismo fenómeno se produjo en países como Italia con marcas como Garelli adaptando sus tradicionales ciclomotores a este nuevo mercado.
Debido a ello, en 1970 la icónica casa fundada en 1919 lanzó al mercado el Tiger Cross MKI. Una apuesta esperanzadora pero, como veremos, no del todo acertada. Para empezar, aunque el motor era excelente no recibió ningún ajuste concreto para las especificaciones del Off-Road. Llegados a este punto, su monocilíndrico de dos tiempos -casi cuadrado, con cotas de 40 x 39 milímetros- daba una buena dosis de potencia a altos giros pero, en lo referido a la entrega de par a bajas vueltas, quedaba completamente estancado.
Y es que, no en vano, Garelli tenía mucha experiencia fabricando ciclomotores deportivos para el asfalto y la velocidad pero ninguna en materia de barro, obstáculos y caminos. Además, los frenos tampoco se ajustaban a la fuerza requerida por según qué especialidades. En suma, aquello fue como intentar adaptar una excelente máquina de asfalto al campo. Algo ya hecho a finales de los años cincuenta con las primeras motocicletas Cross pero, ya en 1970, totalmente superado.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS