Tras haberse iniciado en el mundo de la motocicleta en 1923, BMW estaba logrando una excelente progresión técnica en base a sus motores bóxer. Cada vez más generosos en su cilindrada, éstos destacaron en muy poco tiempo gracias a una excelente fiabilidad sumada a una notable suavidad de manejo dada la época.
Así las cosas, el nombre de BMW fue saliendo con cada vez más fuerza de Alemania logrando rivalizar con las mejores motocicletas turismo producidas en Reino Unido. Y es que, no se nos olvide, el punto deportivo de la casa bávara habría de venir después ya que, por de pronto, ésta ya estaba bastante ocupada mejorando sus mecánicas al tiempo que asentaba una creciente gama de acceso con modelos como la R47.
Dicho esto, en 1928 BMW firmaba uno de sus grandes hitos al presentar la R62. Dominada por su motor bicilíndrico bóxer, la marca se aventuraba por vez primera a llevar este motor por encima del medio litro de cubicaje perforándolo hasta los 745 centímetros cúbicos. Sin duda un entrar en otra liga, donde ya se las veía con lo más granado de la producción europea de alta gama.
Además, los 18 CV a 3.400 revoluciones por minuto -excelente para ir con calma y potencia sobrada por casi cualquier senda- se conjugaban con una limpieza notoria así como una notable ausencia de vibraciones. En suma, la mecánica instalada en la R62 marcaba un antes y un después despajando cualquier duda -si es que aún quedaba alguna- en torno a la calidad inherente a BMW.
Eso sí, llegados a este punto el reto era mayúsculo pues mejorar no resultaría nada fácil. Debido a ello, los técnicos de la casa bávara decidieron poner sus afanes en crear un chasis completamente nuevo dejando así tiempo a que la mecánica envejeciera por sí misma. Además, precisamente al año siguiente de lanzarse la R62 BMW adquiría unos talleres en los que había maquinaria lista para la fabricación de chapa estampada con alta resistencia.
Dicho esto, cada vez sumaba más fuerza la posibilidad de sustituir los chasis de tubo por otros en estampación mucho más rígidos y vistosos puesto que, al fin y al cabo, esto abría nuevas posibilidades en materia de diseño. Y sí, así fue. De hecho, cuando en 1930 se lanzó al mercado la BMW R11 ésta bien podía definirse como una mezcla entre el motor de su antecesora y el nuevo bastidor en chapa estampada.
Creado en base a dos mitades elaboradas por separado para luego ser unidas con tornillos, éste no sólo lograba ser ligero sino también rígido y fiable. Todo un logro si tenemos en cuenta las dificultades derivadas de su técnica, la cual aún era problemática en aquellos días. Es más, la afición más enfocada al motociclismo con acento hispano recordará los problemas de Mymsa con la estampación de chapa. ¡Y ya estaríamos hablando de casi tres décadas después!
En suma, sobre su nuevo bastidor la R11 montaba el más que exitoso motor de la R62 -por cierto, con un cómodo arranque realizado a través de un pedal instalado por detrás del cambio- para ser así una de las mejores motocicletas de su época. Un magnífico tope de gama en producción hasta 1934 para presentar así unas 7.500 unidades ensambladas.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS