La Benelli T50 nació por mediación de Alejandro de Tomaso, o más bien por orden suya, pues allá por la década de los 70, el argentino se hizo con el control de Benelli y de alguna marca italiana más, como Maserati. Fue una moto que buscaba, como el resto de hermanas de gama, poner a Benelli a la altura de las recientes llegadas a Europa desde Japón, motos que habían puesto todo el mercado patas arriba.
Con la llegada de las motos japonesas, el mercado europeo empezó a sufrir ciertos problemas de popularidad. Las monturas niponas eran rápidas, ligeras, fiables y más baratas que las fabricadas en el Viejo Continente, además, se permitían el lujo de innovar en algunos apartados. Y lo hacían, para colmo, en todos los segmentos de mercado, incluso entre los ciclomotores, donde por lo general, los italianos solían dominar sin complicaciones.
Eso obligó a una serie de acciones, por parte de los europeos, para poder mantener su cuota de mercado, una necesidad que llevó a De Tomaso a contratar los servicios de Paolo Martín, que había trabajado con Bertone y Pininfarina. A Paolo se le encargó que diera forma a una serie de nuevos modelos destinados a guerrear con la armada nipona, cuyo resultado fue la serie T50.
La Benelli T50, también conocida como 50 Turismo, era un ciclomotor que tenía mucho en común con la Benelli 50 Cross. Llegó en pleno apogeo de los ciclomotores deportivos de los años 70 y su motor, un monocilíndrico de 49 centímetros cúbicos, le permitió situarse en medio del segmento por prestaciones. Los datos sobre este modelo son escasos, pero la potencia rondaba los dos caballos a poco más de 4.000 revoluciones y tenía una caja de cambios de cinco relaciones.
Era bastante pequeña, con un largo de 1.825 milímetros y pesaba poco más de 75 kilos. Datos que hacen pensar en una motillo ágil y divertida en el caos urbano, aunque con cierto cuidado, pues los frenos eran de tambor en ambos ejes.
Aunque Paolo Martín hizo un buen trabajo en cuanto a diseño, la moto no tuvo buenos resultados. Las motos tenían problemas de calidad y se produjeron problemas de montaje en la fábrica de Pesaro, lo que terminó con el parón de producción en 1988, seguido de la venta de las instalaciones.
Benelli no volvió a fabricar más ciclomotores “de marchas”, ya que por entonces, los scooter habían comenzado a ganar en popularidad y acabaron por dominar el segmento de los 50 centímetros cúbicos durante algunos años.
Javi Martín
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