La Kawasaki Z e-1 es el resultado esperable de la evolución de la que somos testigos en la industria del motor en general. La electrificación es el final del camino, como bien ocurre entre los vehículos de cuatro ruedas, pero aplicar esta tecnología a una motocicleta no es lo mismo que hacerlo en un coche, sobre todo en lo relacionado con el espacio disponible y el peso.
Sin embargo, Kawasaki se ha liado la manta a la cabeza y ha puesto en circulación una moto, la Ninja e-1, que podría suponer un cambio radical para el sector de la moto, o bien, un descalabro monumental por falta de interés de los usuarios. El caso es que, como siempre suele suceder, quien no se arriesga no gana y el futuro, al menos en Europa, pasa por la electricidad.
El movimiento de los japoneses es un tanto lógico. Son conscientes de que en el viejo continente van a tener que trabajar duro si quieren conseguir ese hueco en la industria. Eso sí, como viene siendo habitual, no se han consolidado en el entorno eléctrico y el motivo es simple: la movilidad sostenible en las dos ruedas es un poco utópica. Como norma general, la mayoría de usuarios de motos son amantes de la combustión, les gusta sentir la vibración del motor y el olor a gasolina, mientras que el silencio más absoluto del eléctrico puede llegar a producir un gran rechazo.
Esto es algo similar a lo que sucede en el mundo de las cuatro ruedas. En un momento donde el elevado precio de los coches eléctricos, junto a los pocos puntos de carga en las carreteras, ha hecho que muchos usuarios pasen por los híbridos, ya sean enchufables o no. Bien es cierto que el volumen de ventas ha crecido en este tipo de vehículos, pero, por desgracia, sigue siendo considerado como una de las alternativas menos viable en la transición ecológica. Se puede contaminar, pero no mucho; se puede gastar electricidad, pero no mucho, y luego seguimos con lo mismo de siempre: ¿qué pasa con las baterías?
En el caso de la moto que nos concierne, la Kawasaki Ninja e-1, es la primera moto eléctrica de la firma y llega en el 40 aniversario de la gama Ninja. Este modelo sigue la misma estética que la moto de combustión, pero, sus características técnicas son deficientes y dejan a ojos de los usuarios. Es una moto que te deja frío, no aporta nada en un mercado donde necesitan nuevos inputs para atrapar a los usuarios más escépticos y con esta nueva moto, todo sigue igual, sin novedad, impasible a los avances que se esperan.
Con un par motor de 40,3 Nm y una potencia de 11 kW (14,96 CV) y un peso de 137 kg, tiene un peso estimado de 9.050 y está destinada al segmento del A1, es decir, es equivalente a una 125 centímetros cúbicos con motor de combustión. Parece que sobre el papel es muy interesante, con dos baterías removibles, pero sus limitaciones son más que notorias. Es una moto que se queda a medio camino entre lo que se espera de una marca de sus características. Parece que se ha hecho por hacer, por cumplir, que no hace nada más que el resto. Se queda muy corta en prestaciones y tiene una autonomía muy reducida.
Sobre el papel, la Kawasaki Ninja e-1 es una moto que parece superior a la BMW CE-02 o CE-04, aunque esta es superior en rendimiento, con un precio similar y una estética más interesante. No obstante, la Nerva Exe, por ejemplo, tiene un pico de 16 CV de potencia, una velocidad punta de 125 km/h y un precio mucho más económico que la Kawasaki: 6.930 euros. Si alguien quiere un modelo nacional que esté a la altura de este scooter, no es otro que el SeEAT Mo eScooter o bien el Silence S01+ (que viene a ser la misma moto, pero con diferentes detalles) con una potencia idéntica a la Kawasaki y un precio de venta de unos 6.150 euros.
La Kawasaki Ninja Z e-1 es una moto que se queda en un punto intermedio que divaga en un movimiento muy inquietante. Es una moto que no ofrece nada que no sea del otro mundo, está ya todo visto y con un precio bastante elevado, bien es cierto que la gente no se decantará por ella, salvo que piensen que es bastante probable que se pueda luchar contra sus rivales con una moto que se queda en tierra de nadie.
Alejandro Delgado
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