Hay motos que vienen y van como las modas. Hoy están arriba y mañana nadie se acuerdan de ellas, mientras que hay otras que se agarran como si no hubiera un mañana. El Suzuki Burgman es uno de ellos. No es el más rápido, ni el más moderno, pero sigue dando guerra, llevando culos cómodos desde hace más de dos décadas.
El Burgman es un scooter que no es para cualquiera. Es casi una institución, nació cuando el siglo aún olía a gasolina sin filtro y ahí sigue. Con su estética propia de sofá sobre ruedas, sigue gustando, sigue vendiendo y sigue teniendo ese punto de elegancia callejera que tanto gusta.
No pasa de modas
Suzuki ya tenía rodaje con motos de todo tipo, por lo que decidía lanzarse en los 90 con un scooter grande, pensado para comerse los kilómetros sin despeinarse. Así nació el AN250, que luego daría el paso al Burgman 400, y más adelante al 650, que fue directamente un cohete. La idea era clara, meter el confort de un coche en formato de dos ruedas.
En un mercado dominado por scooters pequeños y nerviosos, el Burgman fue como el tipo elegante que llega a la fiesta en esmoquin, mientras que el resto va en chándal. Con asiento ancho, protección aerodinámica y cambio automático, tenía a su favor que era una “comekilómetros”.

No solo era cómodo, era un chulo discreto. Tenía motor suficiente para salirse a la autovía sin temblores, frenos decentes y una parte ciclo, que no se arrugaba. Podías ir desde el centro a la montaña más alejada sin dramas, ni dolor de espalda.
El dilema estético del Burgman
Quien diga que es un scooter bonito, le recomendamos que o vaya a la óptica de confianza o que se revise su gusto. Es un scooter que no llama la atención, es una moto japonesa y no tiene la clase de las italianas. Mantiene su estética conservadora, sin fingir lo que no es. No quiere parecer deportivo ni moderno a la fuerza.
Con formas redondeadas, un frontal ancho y un asiento cómodo, ha apostado por la funcionalidad por encima del postureo. Sin alerones falsos ni leds de discoteca. Todo tiene un sentido, con huecos amplios, y un asiento con el hueco suficiente para otro casco integral.
En un mundo de postureo, el Burgman juega en otra liga. No necesita tuning ni pegatinas, tiene la presencia suficiente para ser el centro de atención. Lo viejo no es anticuado, es simplemente atemporal. Puede que no sea lo más visible, pero sabes que quien lo quiere prefiere la comodidad al postureo.

Sus superpoderes
Si fuese un superhéroe, sus poderes serían el confort, el espacio y la eficacia silenciosa. No es un asiento, es un trono. Amplio, mullido, con respaldo. Es como entrar en una oficina con aire acondicionado después de estar en el desierto.
El espacio bajo el asiento es su gran arma. Cabe de todo en él, desde dos cascos, una mochila, y hasta el ordenador del trabajo si haces teletrabajo. Si no fuese suficiente, tienes guantera y espacios por todos los lados.
Un modelo con futuro
El modelo más vendido es el Burgman 125, con un monocilíndrico de 124 cc de 12 CV de potencia que no se despeina. Es funcional y eso es lo que quiere la marca. Por su parte, el Burgman 200, tiene 199 cc y una potencia de 18 CV, que te permite salir de la ciudad, y disfrutar de las autopistas. En cambio, el Burgman 400 es el tope de gama, con 399 cc, y capaz de llegar a los 30 CV, es una moto que quiere hacer rutas largas sin muchos problemas.
En sí, es una moto que no necesita cambiar por completo, tiene lo necesario para ser una de las motos más especiales. Tiene un público fiel, y no es raro que la gente siga comprándolo. No hace falta ser el más rápido, es tan simple como ser el más práctico.
Alejandro Delgado
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