Moto del día: Piaggio Si

Moto del día: Piaggio Si

Lo más parecido, por diseño y planteamiento, a "nuestro" Vespino


Tiempo de lectura: 3 min.

El Piaggio Si siempre tuvo algo curioso: daba igual si era del año 1978, 1992 o 2005. Siempre parecía llevar toda la vida contigo. Piaggio lo diseñó así, como si fuese un viejo amigo que se dejaba caer por casa sin avisar. Un ciclomotor que ya nacía clásico, casi humilde, y que precisamente por eso se convirtió en un superviviente.

Mientras el Piaggio Ciao era el icono pop y el Bravo el más refinado, el Piaggio Si era la navaja suiza: sencillo, duro, agradecido y finalmente omnipresente. Se presentó a finales de los años 70 y se mantuvo en producción hasta pasados los 2000, una barbaridad para un ciclomotor de su categoría. Piaggio lo fue actualizando lo justo, sin romper nunca ese ADN de transporte básico: horquilla simple, cuadro abierto, motor al aire y esa postura de “voy a por el pan y de paso cruzo media ciudad”.

Y esa es otra: el Piaggio Si se convirtió en el rey de los recados. Ni intimidaba ni pretendía impresionar; simplemente funcionaba. Dejó de ser un vehículo para convertirse en parte del mobiliario urbano, como las papeleras verdes y las señales de tráfico con borde rojo. Te lo encontrabas aparcado en cualquier barrio, en cualquier país del sur de Europa, siempre con signos de batalla: un pedal torcido, la cesta algo doblada, un retrovisor suelto que seguía ahí porque ya formaba parte de su silueta.

A diferencia del Ciao, el Piaggio Si incorporó un bastidor tubular reforzado y un basculante más elaborado, lo que le daba un comportamiento más estable. Dentro de su sencillez técnica, era un paso adelante. Lo mismo con la transmisión, que podía ser por correa o por variador en las versiones más modernas. Pero tampoco nos volvamos locos: era un ciclomotor de 50 cc de aire con unos cinco caballos como mucho. Lo que lo hacía especial no era la potencia, sino la sensación de que no podías romperlo ni queriendo.

Piaggio Si 2

Y luego estaba la estética. El Si no pretendía ser bonito, pero tenía una personalidad curiosa: faro cuadrado, guardabarros modestos, líneas rectas de los años 70 que siguieron vigentes cuando ya se vendían scooters futuristas. Esa coherencia involuntaria es lo que lo mantuvo relevante. No envejeció porque, sencillamente, nunca llegó a modernizarse del todo.

Muchos lo recuerdan como “el ciclomotor del abuelo”, pero también fue el ciclomotor de media Europa para ir a trabajar, para moverse entre pueblos, para dejar atado sin miedo en la estación de tren. Esa relación de confianza fue su mayor éxito. Nunca fue aspiracional, y aun así lo querían todos.

Las últimas versiones, ya en los 90, recibieron mejoras pequeñas: encendido electrónico, plásticos más resistentes, algún color nuevo… y gracias. Piaggio tenía claro que no hacía falta tocar lo que ya funcionaba. Mientras otros modelos competían en diseño o en deportividad, el Si competía en ser eterno.

Por eso, cuando ves uno hoy, no importa el año: te da exactamente la misma vibra. Un ciclomotor que jamás necesitó llamar la atención para ganarse un lugar. Un recordatorio de que, a veces, lo que dura es lo que no presume.

Un Piaggio Si es eso: la moto de los recados convertida en leyenda por pura persistencia.

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Sobre mí

Javi Martín

Con 20 años no ponía ni una sola tilde y llegaba a cometer faltas como escribir 'hiba'. Algo digno de que me cortaran los dedos. Hoy, me gano un sueldo como redactor. ¡Las vueltas que da la vida! Si me vieran mis profesores del colegio o del instituto, la charla sería de órdago.

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Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches, y ahora también las motos. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

Javi Martín

Con 20 años no ponía ni una sola tilde y llegaba a cometer faltas como escribir 'hiba'. Algo digno de que me cortaran los dedos. Hoy, me gano un sueldo como redactor. ¡Las vueltas que da la vida! Si me vieran mis profesores del colegio o del instituto, la charla sería de órdago.

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