En la historia del motociclismo encontramos diversos ejemplos relacionados con la casualidad. La casualidad de haber llegado a un diseño exitoso con más azar que estrategia, apareciendo así modelos como la Bultaco Matador de 1963. Eso sí, de cara a comprender su génesis lo mejor que podemos hacer es retrotraernos hasta 1960. Año en el que la recién creada marca catalana – había echado a andar tan sólo un año antes gracias a la Tralla 101 – presentaba la Sherpa N como una opción fiable y solvente de cara a recorrer caminos y senderos sin excesivas pretensiones deportivas.
No en vano, aunque en el mundo anglosajón el Motocross ya estaba tomando una forma más definida respecto a otras especialidades del Off-Road, en la península ibérica aún era una disciplina extremadamente reciente. De hecho, la primera edición del Campeonato de España de Motocross se celebró tan sólo un año antes con modelos derivados directamente de las turismo de carretera. Es más, fijándonos en las Derbi 350 Bicilíndrica Cross y la Sanglas 350 Cross – protagonistas de un interesante duelo en la cilindrada superior – vemos cómo éstas no son más que adaptaciones camperas basadas en los modelos de calle. En suma, aún quedaba mucho por aprender y aplicar.
Sin embargo, más allá de aquellas lógicas limitaciones lo cierto es que la Sherpa N contaba con un bastidor sólido y estable incluso en situaciones comprometidas como el vadeo de un río. Gracias a ello, éste era una pieza perfecta para el desarrollo de múltiples proyectos. De hecho, hacia 1961 Oriol Puig Bultó ya había modificado una Sherpa N de cara a la práctica del Motocross. Llegados a este punto, aquella creación interesó tanto a la directiva de la marca que ésta decidió realizar otra unidad igual a fin de participar en el International Six Days of Motocross celebrado en Alemania durante el año 1962. Para sorpresa de todos, en aquel evento las Bultaco cosecharon unos excelentes resultados gracias a la mezcla de sus chasis con el motor de 196 centímetros cúbicos.
Las constantes victorias en el ISDM forjaron las unidades preserie del modelo, siendo unos prototipos perfectamente probados y afinados en la competición
Bultaco Matador MK2, un cambio de motor fundamental
A comienzos de los años sesenta, Bultaco ya era plenamente consciente de la importancia radical que habría de tener en su contabilidad el mercado estadounidense. Además, también adquirió una conciencia temprana sobre el indiscutible futuro que habría de tener todo lo relacionado con las distintas disciplinas del Off-Road. Así las cosas, necesitaba – por petición propia de sus distribuidores más allá del Atlántico – una motocicleta adaptada a lo que, en aquel momento, se entendía como Motocross.
Con todo ello, y dado el éxito cosechado en el ISDM – revalidado en 1963 – Bultaco decidió llevar a serie aquel modelo experimental lanzándolo bajo el nombre de Matador. Eso sí, aquello fue más bien experimental, no estando Francisco Xavier Bultó plenamente convencido sobre el posible éxito de aquellas motocicletas en el mercado estadounidense. Sin embargo, lo cierto es que se vendieron muy bien. Es más, en menos de dos años la Matador consiguió adjudicar más de 700 unidades. Casi todas ellas en los Estados Unidos donde, a decir verdad, la casa catalana aún no era tan conocida como lo iba a ser poco después gracias a la sensacional Metralla MK2.
Así las cosas, y dado el ritmo trepidante con el cual avanzaban las diferentes marcas enfocadas el Off-Road, Bultaco decidió renovar el modelo de cara a 1965. De esta manera, el lanzamiento de la Matador MK2 consolidó la creación de esta saga, la cual habría de estar en activo hasta 1979 con importantes éxitos en la competición europea. De hecho, el motor empleado en esta segunda generación fue previamente probado en el ISDM de 1964, donde cosechó dos medallas de oro y una de plata.
La cilindrada de cuarto de litro daba una excelente entrega de potencia para el Motocross, estando aquí al servicio de una curva de potencia progresiva y entregada desde los bajos
Elevado en su cilindrada hasta los 244,29 centímetros cúbicos, éste era capaz de arrojar una potencia de 22 CV a 5.000 revoluciones por minuto con una compresión de 8 a 1. En decir, la Matador MK2 lucía una curva de potencia progresiva con unos adecuados bajos. Además, el ajuste de las cinco relaciones del cambio se combinaba con el carácter del motor dando así una montura versátil, capaz de interpretar rápidas aceleraciones desde una posición parada al tiempo que podía mantener de forma desahogada buenas velocidades de crucero a recta lanzada. Por cierto, todo ello con la característica culata radial de su motor. Sin duda, la principal característica diferenciadora de la Matador MK2 respecto a otras generaciones de su misma saga. Tras todo esto, quizás como único problema se podría indicar su peso con 107 kilos. No obstante, aún estábamos en 1965. Es decir, el Motocross tenía mucho camino y desarrollo por delante, quedando aún años para la aparición de la Pursang MK7 con cuadro de cromo-molibdeno. Aquella que, en su versión 360, tuvo problemas con la FIM durante su fase de homologación en carreras debido a no ser lo suficientemente pesada.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS