A finales de los 80 la moda de creaciones artesanales por medio de ingenieros con dote de artista se hizo una constante en el mercado mundial de la motocicleta. Prueba de ello es nuestra protagonista de hoy, la Boxer Bikes BA 737. Con un nombre que bien podría usarse para bautizar a un avión comercial, esta extraña y a la vez tecnológica máquina nació de la mano del visionario Claude Fior.

Y es que Fior, ya era un viejo conocido de los amantes de las dos ruedas, pero también de los más variopintos engendros para usar por mar, aire y tierra. Fior, afincado al sur de Francia, vivía e inventaba en su propio taller junto al circuito de Nogaro. Creador desde motocicletas, pasando por bicicletas, un buggy con motor Rotax o un planeador con intenciones de batir varios récords mundiales utilizando un motor Norton turboalimentado.

Así era Claude Fior, y de ello eran conscientes los propietarios y fundadores de Boxer Bikes, una pequeña empresa francesa con los hermanos Thierry y Philippe Hanriette al mando, que ya habían colaborado en diversas ocasiones con él para la creación de varias motocicletas, algunas bajo la marca de Boxer Bikes, otras con la de Lamborghini, que desde su venta por parte de su propietario Ferruccio Lamborghini y bajo la supervisión del CEO Patrick Mimran, habían dado forma a la Lamborghini Design 90 entre otras, siempre contando con la magia de Fior.

En el nuevo encargo, los hermanos Hanriette deseaban una motocicleta que combinara la desnudez y deportividad a parte iguales. Querían mostrar lo que podría ser la moto del futuro con diferentes y sofisticados elementos, y apoyándose en las ideas de Fior, se creó esta Boxer Bikes BA 737, que se presentó a modo de prototipo en el Salón de Milán de 1989.

Dos años más tarde, la empresa francesa comunicaba la puesta en escena del modelo y su venta al público. La moto no distaba en lo estético del modelo inicial y se daban a conocer todas las innovaciones que Claude Fior había puesto en ella. A primera vista cabía destacar su estética totalmente carenada en la parte superior, no así en la inferior, que estaba al descubierto. El asiento quedaba a 780 mm del suelo.

Anclado a su chasis de aluminio por tres puntos únicamente se encontraba un propulsor de origen Kawasaki, el mismo que montaba la marca nipona en su modelo estrella, la Tomcat de 1.000 cc, con una potencia de 137 CV. Tanto la horquilla delantera como el basculante trasero tipo banana estaban también fabricados en aluminio del mismo tipo que el usado en aeronáutica para la construcción de aviones.

La motocicleta fabricada por Fior gozaba de un gran despliegue tecnológico, aunque en la práctica no era todo lo eficaz que se esperaba de ella

Ya observando en profundidad es cuando podías ver todo el derroche de tecnología e ideas totalmente innovadoras. La ya mencionada horquilla delantera obra de Fior era la primera vez que se montaba en una moto matriculable. Antes, la Fior 500, una moto de GP, había dado cuenta de su funcionamiento en varias carreras.

El tren delantero, formado por la mencionada horquilla por paralelogramo (sistema que uso mas adelante BMW en sus motocicletas) y un amortiguador de aire montado por detrás de la pipa de la dirección, hacía que las regulaciones fueran mucho más sencillas que en una horquilla convencional, pudiendo modificar con sus reglajes y los del chasis, la distancia entre ejes, avance, lanzamiento e incluso altura del piloto al suelo, algo totalmente único e inédito.

No menos brillante era su parte posterior, donde había integrado los dos escapes dentro de los brazos del basculante, pasando por dentro del chasis el tubo de conexión entre los colectores y las dos salidas ya mencionadas. Un amortiguador de aire Fournales con progresividad variable y dotado de un sistema de válvulas internas completaban la suspensión trasera.

En la sección de frenada el tren delantero montaba una pareja de discos Brembo de 300 mm y pinzas flotantes de cuatro pistones. En su parte posterior se ubicaba un único disco y pinza, en este caso de 260 mm. Todo ello montado en llantas de 16 y 18 pulgadas para el tren delantero y posterior, respectivamente. Detalles como un faro totalmente carenado y protegido por una rejilla a modo de celda, o sus levas de freno y embrague con movimiento paralelo a la maneta -formando una especie de protector para la mano- también formaban parte del conjunto final.

La realidad final es que a pesar de su tecnología vanguardista y estética venida de un idealizado futuro, la Boxer Bikes BA 737 no fue más que un escaparate tecnológico para la empresa creadora, dada su casi nula eficacia en conducción deportiva. Las sensaciones sobre ella, según la describen los probadores y periodistas de la época, eran de inseguridad e inestabilidad a poco que se le exigía. Ni siquiera en línea recta era agradable su conducción por su nula protección aerodinámica, donde el piloto estaba completamente expuesto.

Por lo tanto, el modelo no pasó más allá de un mero ejercicio de estilo y pasión por parte de sus creadores, donde los extravagantes clientes que la adquirieron buscaban más una moto que exhibir que para pilotarla, y que a día de hoy se ha convertido en otra de esas piezas de museo sin más uso que el de estar expuesta.