Durante los albores del motociclismo no sólo los circuitos tenían el protagonismo en materia de velocidad. Lejos de ello -y a falta de infraestructuras asfaltadas con rectas lo suficientemente extensas- las playas con arena compactada por la acción de las mareas resultaban un lugar habitual para los cazarrécords que, especialmente durante los años veinte, se disputaban constantemente la marca mundial de velocidad sobre tierra.

Así las cosas, mientras en los Estados Unidos la playa de Daytona fue uno de los lugares clave en la progresión prestacional relacionada con las velocidades puntas, en el Reino Unido destacaron los once kilómetros de arena amontonados en Pendine. Situada en la costa del sur de Gales, esta playa llegó a ser uno de los enclaves más excitantes en el rico y diverso panorama de carreras británico, contando hoy en día con un pequeño pero interesante museo en el que se custodia aquel legado relativo a la competición. Es más, precisamente este 2023 está siendo reinagurado tras una ambiciosa reforma.

Ahora, puestos a pensar en una casa motociclista especialmente relacionada con este precioso enclave galés la primera referencia en venirnos a la cabeza es la de Brough Superior. No en vano, en 1927 presentó su SS100 Pendine. Una máquina realmente sensacional, derivada de la mítica SS100 que, en su época, fue considerada la “Rolls-Royce” de las motocicletas gracias a su exquisita manufactura individualizada y artesanal. Asimismo, este modelo amasó más de cincuenta victorias en trofeos de relevancia así como hasta siete récords de velocidad internacionales. Sobre esto, la SS100 Pendine mejoraba sus prestaciones en línea recta gracias a una serie de mejoras entre las que se encontraban carburadores más generosos, un mayor índice de compresión y una postura de pilotaje más aerodinámica. En suma, un diseño plenamente pensado para alcanzar la mayor velocidad punta posible en lugares como la playa que le daba nombre.

En base al énfasis que realizó la marca durante los años veinte en relación con la velocidad, la SS100 Pendine fue la sublimación de una motocicleta lista para batir récords en playas de arena compactada por las mareas

Brough Superior Pendine Sand Racer, un tributo a la altura de su referente

Como otras marcas británicas con reseñable carácter histórico, Brough Superior acabó cerrando sus puertas asediada por la marcha de unos tiempos marcados por la producción a gran escala. En su caso, este final se produjo justo después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el cambio de paradigma comercial le pilló con el pie cambiado sin poder conseguir motores aptos para sus proyectos. De esta manera, las últimas motocicletas de la marca se fechan en 1940 puesto que, durante la contienda, ésta se dedicó a fabricar piezas para los aviones de la RAF.

No obstante, hace tan sólo unos años una iniciativa empresarial centrada en la alta gama compró los derechos de uso sobre el nombre comercial de Brough Superior. Tras esto, su colaboración con diseñadores e ingenieros enclavados en Francia hicieron posible la reaparición de la marca con un espíritu muy similar al original, dominado por la fabricación en series cortas y limitadas bajo un método de producción artesanal bajo estándares tecnológicos avanzados y materiales de última generación.

Además, echaron mano del factor “retro” diseñando un depósito de combustible con una forma muy similar al tan característico y propio de las antiguas Brough Superior. Un guiño al pasado que acompañaron con la propia denominación de sus modelos, rescatando la referencia SS100 para el siglo XXI. Y vaya, tal y como pasara en 1927 pasado casi un siglo la nueva Brough Superior ha rescatado el nombre de Pendine. Eso sí, esta vez ha sido para ofrecer una motocicleta con aptitudes camperas en serie limitada a 200 unidades.

El guiño al pasado no es sólo estético, sino que también se ha cuidado al extremo la calidad de los componentes con elementos tan cuidados como su cuadro en titanio

Respecto a los materiales, la primera referencia digna de impresión es su cuadro en titanio. Montado en el mismo encontramos un motor V2 con 997 centímetros cúbicos para entregar 99 CV a 9.800 revoluciones por minuto. Todo ello rematado con los mismos criterios de calidad que hicieran famosa a la marca allá por los años veinte del pasado siglo. Por cierto, igual de exclusivos en el apartado económico. Y es que, al fin y al cabo, la extrema calidad ha de pagarse.