Si hay algo que evidencia a las claras la BSA Spitfire Scrambler es la importancia de contar con un importador capaz de colaborar en el diseño las nuevas gamas. Dicho esto, seguramente gran parte de quienes estéis al otro lado de la pantalla ya tendréis en mente cómo esto influyó en el curso comercial de Montesa u OSSA. Eficazmente guiadas por Kim Kimball y Yanquee Motors respectivamente, pudiendo así abrirse camino en un mercado tan prometedor como desconocido. Es más, este mismo proceso también se puede observar en el ámbito del automovilismo gracias a la biografía de Max Hoffman. El icónico importador de Nueva York centrado en fabricantes deportivos europeos que estuvo detrás de la génesis de modelos como el Mercedes 300 SL o el Porsche 356 Speedster.
Sólo algunos ejemplos sobre la necesidad de contar con importadores capaces de leer por dónde se van a mover las tendencias en sus respectivos mercados, enviando así informes a las fábricas sobre qué es más o menos aconsejable a la hora de producir. Así las cosas, la BSA Spitfire Scrambler es un excelente ejemplo en este sentido. No en vano, aún siendo una motocicleta británica ésta se produjo en 1959 por puro deseo del importador de la marca en la Costa Oeste: Hap Alzina. Plenamente consciente del auge de los modelos Scrambler en los Estados Unidos desde finales de aquella década.
Y es que, en el país del automóvil, las motocicletas contaban con un público más bien escaso en lo que se refiere a las necesidades diarias cubiertas por los ciclomotores o las turismo. Sin duda, un panorama radicalmente diferente al presentado por la España de los años cincuenta con sus sempiternos Hispano Villiers de dos tiempos entre los 75 y los 125 centímetros cúbicos. Es más, el mercado estadounidense se organizaba en base a nichos muy bien definidos. Por un lado las motocicletas bicilíndricas con cilindradas generosas tan bien representadas por Harley o India. Por otro las sempiternas Flat Track para competir en los óvalos de arena. Y por otro, el creciente segmento de las Scrambler. Aquella idea llegada desde el Reino Unido mediante la cual una motocicleta de carretera podía adaptarse para atravesar a velocidades generosas los desiertos del país.
A finales de los años cincuenta las marcas británicas gozaban de un éxito al alza en el mundo del Scrambler dentro de los Estados Unidos, algo que deberían compartir con las españolas poco después y, en última instancia, perder tras la llegada de los fabricantes japoneses
BSA Spitfire Scrambler, el pedido del importador
Bajo el amplio paraguas del Scrambler se fueron agrupando las diferentes disciplinas Off-Road que, al tiempo, fueron especializándose hasta crear ramas tan definidas y diferentes entre sí como el Trial, el Motocross o el Enduro. Sin embargo, a finales de los años cincuenta todas estaban unidas – al menos en el caso de norteamérica – bajo el interés por las carreras del desierto. Una especialidad al alza gracias a la cual multitud de entusiastas se echaban a dar gas por los parajes más desiertos – y resecos – del sur de California y otros estados limítrofes.
Curiosamente, más allá de las típicas marcas locales, los fabricantes británicos disfrutaron de un importante éxito en aquellos inicios del Scrambler antes de la furiosa llegada de los japoneses con sus eficientes – y especialmente asequibles – creaciones de los años sesenta y setenta. Llegados a este punto, la penetración inglesa fue de tal calibre que Triumph competía más con otras compatriotas en el mercado de importación que en el nacional. Justo el caso que acontencía con BSA, claramente eclipsada en el Scrambler ante el poderío de las Triumph.
Debido a esto, Hap Alzina encargó a la casa matriz de BSA una variante Scrambler de la icónica – y sobradamente contastada – A10 de 1950. Una motocicleta que, gracias a su bicilíndrico en paralelo de 646 centímetros cúbicos, cuatro tiempos y encendido por magneto había consolidado una amplia gama en la que la principal diferencia mecánica eran los múltiples árboles de levas usados según la finalidad perseguida. En suma, una buena base sobre la que desarrollar múltiples versiones tal y como, por ejemplo, pasó con las Montesa Brío e Impala.
La A10 fue una de las motocicletas más versátiles y adaptables en toda la historia de BSA, algo muy similar a lo que aconteció en Montesa con la Impala
Así las cosas, a la A10 se le hicieron los cambios necesarios para su entrada a los desiertos. A saber: neumáticos de tacos, tubos de escape elevados, suspensiones de mayor recorrido – delante montaba una horquilla hidráulica telescópica – y cuatro relaciones de cambio más abiertas, en claro contraste con el nervio y las estrechas bandas de potencia dadas en los modelos de competición sobre asfalto. Además, los escapes no contaban con silenciadores ni se previó la instalación de faros. En suma, la BSA Spitfire Scrambler estaba lista para sacar el lado más salvaje y veloz de los primeros aficionados a las grandes rutas Off-Road.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS