Si alguien se pregunta qué es la pasión por la conducción pura al estilo italiano, solo tiene que ver una de sus últimas obras de arte sobre dos ruedas del siglo XX: la Ducati 900 SS. Esta deportiva lo tenía todo para triunfar y gracias a un diseño propio, permitía sentirse como un piloto profesional sin serlo.
Ante la mirada de las motos japonesas, en Borgo Panigale tiraron de “casa y familia”. Sabían que el capitalismo más feroz estaba al acecho al estar en manos de Texas Pacific Group, por lo que viendo el éxito de la Ducati ST2, decidieron que era el mejor momento para darle una segunda oportunidad a la 900 SS (bien es cierto que el ciclo de vida también estaba en las últimas). Lo hicieron con una deportiva valiente, arriesgada, de esas en las que el rendimiento y la tradición iban de la mano.
Presentada la última actualización en 1998 y presente hasta el 2002, la Ducati no era moto que sorprendiese especialmente por su velocidad o potencia, pero sí que lo hacía por todo lo demás. Los italianos se centraron en diseñar una moto completa, donde cada uno de los componentes tuviese una función particular, lo que lograba que los usuarios volviesen a encontrarse con la histórica sensación de la conducción deportiva en un momento donde las fábricas comenzaban a jugar con toda la tecnología que se iba desarrollando.
Con la 900 SS, Ducati huía de las presiones y las peleas de potencia y prestaciones. Se creó una deportiva pura, sin electrónica, sin intromisiones; una moto que se podía llevar al límite en carretera abierta sin miedo a ser sobrepasado… era conducción deportiva en estado puro
La Ducati 900 SS equipaba un motor V-twin desmodrómico de cuatro válvulas –dos por cilindro– que no sorprendía por sus prestaciones y eso que era aceptable en rangos medios, mientras que no terminaba de despuntar a altas revoluciones. Era un motor que brillaba por su sencillez; con refrigeración por aire y una cilindrada de 904 cc, rendía 80 CV a 7.500 revoluciones , 81 Nm de par a 6.500 revoluciones, y podía alcanzar los 225 km/h.
En ese sentido, desde la marca se plantearon hacer una moto deportiva que fuese realmente sencilla, pero sobre todo efectiva, lo que se cumplía consiguiendo que se pudiera disfrutar de una conducción deportiva sin filtros, sin presiones; sensaciones hasta el final. Por ello, habían aprovechado hasta el último momento todos sus conocimientos para hacer una moto deportiva y muy precisa en su paso por curvas, con una postura agresiva y un comportamiento que era propio de una moto de circuitos, pero en fácil de domar en carretera gracias a una entrega de potencia constante y no agresiva.
Desde la marca se propusieron hacer una moto simple, pero competente y vaya si lo hicieron, eso sí, tuvieron que cambiar ligeramente el chasis enrejado para hacerla más rígida. Quieran darle a esos usuarios más inexpertos la posibilidad de sentir la velocidad en su día a día con una moto que llegaba a superar los 300 km de autonomía gracias a un consumo realmente bajo. Eso sí, las suspensiones eran uno de sus puntos débiles, lo que hacía que se sintieran todas las irregularidades de la carretera. Pero eso no le importaba a los de Ducati, que lograban hacer una deportiva clásica, pero modernizada, lo que hizo que muchos puristas italianos se sintieran despreciados, aunque luego cambiaron de opinión.
Ese fue parte de su gran éxito a largo plazo, que se trataba de una moto que no se conformaba con generar expectativa. Sabía sus limitaciones con el motor, pero iban un paso más allá y lo remediaba en otras áreas. La Ducati 900 SS era una moto aspiracional en la que los usuarios más selectivos de Ducati iban a sentirse cómodos con ella e iban a disfrutar hasta el final.
Alejandro Delgado
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