Al mencionar el nombre de Electrociclos S.A no pocas personas pensarán que nos estamos refiriendo a algo actual. No en vano, las bicicletas eléctricas están cada vez más al alza, posibilitando cubrir rutas más largas con menos esfuerzo así como enfrentarse a pendientes antes difícilmente asumibles. Sin embargo, ésta sigue siendo una publicación dedicada a las motocicletas aunque, por hoy, haremos una excepción para entrar al mundo de las tres ruedas. Y es que, no en vano, los motocarros y triciclos fueron vehículos esenciales durante los duros años de la posguerra, marcados por la falta de medios materiales y un mercado seriamente empobrecido.
Así las cosas, la gasolina estaba seriamente racionada a comienzos de los años cuarenta. Una situación no sólo dada por las consecuencias de la Guerra Civil, sino también por los diversos bloqueos comerciales impuestos durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, incluso se llegó a crear un departamento policial, una comisaría, para supervisar la forma y manera en la que se distribuían los combustibles fósiles. Bajo este contexto, seguramente no sorprenderá tanto comprobar cómo la España de los primeros años cuarenta era prolífica en iniciativas relacionadas con los motores eléctricos.
En fin, la necesidad siempre alimenta el ingenio, haciendo de la necesidad virtud como demostraban algunas empresas del momento. Para empezar, a los más seguidores de los vehículos industriales posiblemente les suene la casa barcelonesa Autarquía. Dedicada a la fabricación de furgones eléctricos, ésta dejaba claro desde su propio nombre las condiciones de aislamiento y escasez dadas en la época. Además, también en la Ciudad Condal se encontraba Camilo Tinto o el taller de Pere Permanyer, especializado en gasógenos antes de lanzarse a la fundación de Montesa junto al ingeniero Xavier Bultó. Es más, la propia ENASA ensayó con fórmulas alternativas a la gasolina gracias a un prototipo eléctrico basado en el popular Pegaso “ Mofletes “.
Durante los tiempos de la posguerra el racionamiento llegó al ámbito de los combustibles. Especialmente cuando los distintos bloqueos comerciales durante la Segunda Guerra Mundial hicieron que incluso se tuviera que crear una comisaría para el control de la gasolina
Electrociclos S.A, de la necesidad virtud
Si hablásemos sobre un concurso de vehículos eléctricos amparado por la administración pública, pensaríamos en los tiempos actuales. Sin embargo, esto ya ocurrió en 1941. Concretamente cuando la Delegación del Gobierno para la Ordenación del Transporte convocó uno sólo abierto para modelos que apostasen por la motorización eléctrica. Así las cosas, en él destacó un vehículo vasco fabricado en Éibar. El Electrociclo.
Sin embargo, la andadura de su empresa fabricante había comenzado un año antes bajo el nombre de Norma Electromotor. De todos modos, tan sólo unos meses después se asoció con el fabricante de bicicletas Orbea para emprender su aventura empresarial en Éibar. Lugar con una amplia tradición empresarial donde no sólo se fabricaron los Electrociclo sino también los ciclomotores G.A.C – entre ellos el mítico Mobylette bajo licencia francesa – o, claro está, las Lambretta de Lambretta Locomociones S.A.
Respecto a la mecánica, los modelos de Electrociclos montaban un motor firmado por General Electric capaz de entregar 1 CV para llegar hasta los 45 kilómetros por hora con una autonomía de 100 kilómetros con baterías Tudor. Dicho así, pueden parecer unas cifras modestas. Sin embargo, este liviano vehículo se concibió para el reparto urbano. De esta manera, lo cierto es que tanto la velocidad como la autonomía eran del todo suficientes, más aún si tenemos en cuenta que podía recargarse en cualquier enchufe casero.
Aunque finalmente sucumbieron ante los modelos de combustión, estos triciclos daban un servicio bastante eficiente en todo lo referido al reparto en las ciudades
Sin embargo, según fueron avanzando los años cuarenta y cincuenta el racionamiento de combustible fue desapareciendo. Algo especialmente notorio a partir de 1953, cuando los primeros pactos con los Estados Unidos aseguraron el reposicionamiento de la dictadura franquista dentro del campo de la Guerra Fría así como su conexión a los mercados internacionales. Bajo este contexto, España tomó el camino del desarrollismo y la expansión del consumo, renovando su parque móvil con la explosión de los automóviles y las furgonetas a finales de los años cincuenta. Un fenómeno protagonizada, especialmente, por los SEAT 600 y las Citroën AZU. Así las cosas, cada vez quedó menos espacio para los vehículos de tres ruedas con los que gran parte del tejido industrial se había conformado durante la posguerra. Más aún si hablamos del caso de los eléctricos, totalmente rebasados por el normal abastecimiento de los combustibles fósiles. Situación en la que el triciclo de Electricos S.A cayo finalmente a las estanterías de la historia.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS