El Salón de Barcelona de 1991 fue el lugar elegido para presentar la Mecatecno Racing CR7, aunque hubo que esperar más de un año para que la marca de Llissá de Vall pusiera a la venta este ciclomotor de espíritu RACER. Pero la espera mereció la pena, ya que la marca catalana revolucionaria el segmento con esta deportiva en miniatura y con soluciones que ahora os detallaremos, no vistas hasta ese momento en ningún otro ciclomotor.
Con una estética totalmente agresiva y sin concesiones al confort, la nueva CR7 vestía en azul y amarillo sus afiladas líneas, con asiento a doble altura y todo lo necesario para iniciarse en el mundo de las dos ruedas a mandos de una verdadera deportiva. Elementos como una horquilla invertida fabricada por Showa con barras de 32 mm, o los frenos de disco delantero de 220 mm y tambor de 118 mm en la zaga, anclados a unas preciosas llantas Grimeca en medida 90/70 R16, demostraban la calidad con la que se fabricaba el producto estrella de Mecatecno.
La Mecatecno Racing CR7 marcó un punto de inflexión en el segmento de los ciclomotores con una calidad de fabricación y componentes que hasta ese momento no se había visto en nuestro país
Un chasis autoportante de doble viga conjunto con un basculante trasero, ambos fabricados en acero, conferían al nuevo ciclomotor de Mecatecno una solvencia fuera de toda dudas a nivel dinámico y estructural. Además, la marca catalana optó por el conocido motor G-30 fabricado por la italiana Franco Morini, refrigerado este por agua, admisión directa al cárter y con cuatro velocidades que hacían lo necesario para extraer todo el potencial a la nueva CR7.
El motor era un monocilíndrico de 49,8 cm3 y dos tiempos que rendía aproximadamente 7 CV. Con una compresión 13,5:1 el propulsor italiano era capaz de girar hasta las 10.000 RPM, gracias entre otras cosas al escape con petaca de aluminio suministrado por Tecnokit, siendo a partir de las 8.000 RPM y coincidiendo en su tacómetro con la línea roja, cuando exhibía de mejor forma sus cualidades. La alimentación iba a cargo de un carburador con paso de 12 mm fabricado por Dell’Orto, así como el arranque era por patada y el encendido electrónico.
Con un motor puntiagudo y con poco margen utilizable de potencia, la CR7 alcanzaba unas prestaciones de primer orden y prácticamente al alcance de muy pocos de sus rivales
El peso final de la Mecatecno CR7 quedaba en apenas 60 kilogramos, con una distancia entre ejes de 1.305 mm y una altura libre desde la base del sillón de 750 mm, lo que ayudaba a conseguir unas prestaciones líderes en el segmento, así como una facilidad de manejo considerable gracias a la calidad general de todos sus componentes.
En cuanto al equipamiento, la CR7 contaba con un completo cuadro de instrumentos presidido por el cuentavueltas, con velocímetro tarado hasta los 60 km/h, así como varios testigos luminosos. El espejo retrovisor iba de serie, pero no así los intermitentes, que se podían instalar de manera opcional.
También era destacable su falso depósito, debajo del cual encontrábamos un amplio habitáculo para poder guardar desde un casco tipo jet, cartera, documentación del propio ciclomotor, etc. El depósito de combustible real de 4,3 litros quedaba justo debajo del sillón del piloto, desde donde accedíamos a un tapón que se accionaba con la misma llave del contacto. El engrase, por su parte, se hacía de forma manual, por lo que no disponía de tanque separado, ni bomba para tal función.
Marcas como Showa, Grimeca o Franco Morini fueron las encargadas de suministrar parte de los componentes de este exótico ciclomotor, dando habida cuenta de la calidad con la que la fábrica catalana gestó su CR7
El precio final de esta pequeña joya en 1992 era de 252.000 pesetas y quedaba bastante por encima de la competencia, acercándose peligrosamente a las tarifas de las 75 cc, pero bien es cierto que no había nada comparable en su segmento a nivel dinámico y estético.
Justo un año más tarde nacía la versión CR8, que básicamente se traducía en un cambio de aspecto, con un precioso rojo en sus carenados y llantas pintadas en color bronce. También se disponía de una versión en amarillo y negro, aunque esta última quizás fuera la que menos encajó entre el público de la época.
En este pequeño restyling la marca incrementó el precio hasta las 288.000 pesetas, con lo que la hacía aún más exclusiva e inalcanzable para la mayoría de los chavales de 14 años, que previa autorización de sus padres, podían pilotar este icónico ciclomotor.
A día de hoy el modelo está prácticamente extinto, bien por su baja cota de ventas en su momento, como por las pocas unidades que han conseguido sobrevivir al paso de estos casi 30 años. Así que si en la actualidad posees una de las Mecatecno CR7/CR8, consérvalas como lo merecen, ya que este ciclomotor de corte deportivo forma parte ya de la historia de nuestras motocicletas nacionales.
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J. Rubio
Soy un enamorado del motor en general y de los vehículos clásicos y motocicletas en particular. Dedicado al mundo de la automoción desde hace unos años, disfruto probando toda clase de vehículos y escribiendo mis impresiones y experiencias sobre ellos.No he visto ninguna en vivo que yo recuerde, principios de los noventa y sus ciclomotores, marcaron un época sin duda, toda una rareza y mola recordar también a esas 50 que como digo marcaron una época.
Yo tengo una y vendi cuatro mas que restaure, una maquina unica y sin que ninguna otra de su categoria les igualase, tambiien costaba casi el doble de que cualquier otra marca .