Con más de 14 millones de unidades vendidas a lo largo y ancho del mundo, las Mobylette diseñadas por la francesa Motobécane representan uno de los mayores éxitos en el mundo de las dos ruedas y, más en concreto, en el segmento de los ciclomotores. Una historia de éxito forjada en base a la economía de uso, la fiabilidad y la sencillez en el mantenimiento. Todo ello bajo un diseño sobrio y adecuado con escaso lugar para componentes innecesarios.
Asimismo, es justo reconocer cómo uno de los trucos más efectivos de entre todos los usados por Motobécane y sus filiales a fin de mantenerse en el mercado fue el uso de la constante novedad. Debido a ello, trazar la genealogía de las Mobylette representa una empresa ardua incluso para el periodista más versado, teniendo que listar multitud de versiones que, con muy escasas diferencias entre sí, crearon un amontonamiento increíble donde los árboles impiden ver el bosque.
Es más, muchas de aquellas versiones sólo se mantenían en el mercado durante una temporada antes de ser sustituidas por otras de distinto nombre y especificaciones cuasi idénticas. Algo muy bien representado por la Mobylette SP-94 Super Cross de 1971, sustituida al año siguiente por la SP-95 Campera.
Pero vamos por partes. Así las cosas, para empezar hemos de remontarnos a 1951. Año en el que la empresa de Eibar G.A.C se hizo con la licencia de producción para las Mobylette destinadas al mercado español. A partir de aquí, este modelo se convirtió en una referencia básica para el mundo de los ciclomotores, rivalizando en ventas incluso con modelos tan populares como el mismísimo Vespino. Asimismo, supo evolucionar lanzando las constantes novedades ofertadas desde la matriz francesa; la cual, a comienzos de los setenta, supo detectar un fenómeno comercial muy interesante.
G.A.C fabricó constantes novedades haciendo de la saga de las Mobylette una de las más prolíficas para cualquier coleccionista de la actualidad
Y es que, lejos de ser los sufridos y espartanos vehículos que eran durante los años cincuenta, los ciclomotores pasaron por los años sesenta llegando a más capas de la población. Capas con un mayor nivel de consumo, capaces de ver a los ciclomotores no como su único vehículo sino como una opción complementaria para el día a día. Además, los jóvenes estaban accediendo a unas posibilidades económicas inimaginables tan sólo unos años antes, por lo que demandaban monturas ligeras pero, al mismo tiempo, dotadas con una evidente deportividad en clave Off-Road.
Llegados a este punto, a finales de los años sesenta nacían los llamados ciclomotores camperos. Una saga que, en España, llegó a tener representantes tan notorios como el Puch Minicross, la Derbi Cross o el Gimson Canigó. Todos ellos auténticos éxitos de ventas con los cuales centenares de adolescentes pudieron hacer sus pinitos sobre tierra antes de explotar la definitiva afición por el Motocross en España ya durante los años setenta.
A comienzos de los años setenta una gran cantidad de adolescentes empezó a demandar ciclomotores con ciertas cualidades Off-Road a fin de combinar uso lúdico y práctico
Bajo este contexto, en 1971 G.A.C lanzaba el Mobylette SP-94 Super Cross con una serie de elementos diferenciadores en pos de lograr un mejor desempeño en los caminos. Para empezar, el asiento se hacía “anatómico” y, además, el manillar buscaba un mejor manejo de la dirección contando con una envergadura más generosa así como ciertos refuerzo carbonitrurados. Respecto al chasis eso sí todo seguía igual, siendo el mismo bastidor en chapa embutida dado en el resto de la gama del momento.
Algo muy similar a lo dado en la mecánica, donde se reproduce el monocilíndrico de 49,9 centímetros cúbicos y dos tiempos acoplado a un doble embrague automático. En suma, lo necesario para que cualquier adolescente -sin carnet ni matrícula- pudiera pasárselo en grande emulando a Jim Pomeroy y su Bultaco por las sendas de su pueblo.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS