Si bien no se pudo producir en las cantidades deseables debido a diversos problemas financieros, la MotoGAC Winner de 1990 ilustra muy bien ciertas parcelas del motociclismo en la Península Ibérica tras la convulsa década de los ochenta. Pero vamos por partes. De esta manera, lo mejor será retrotraernos hasta 1951. Año en el que la empresa de Éibar G.A.C firmó un acuerdo con la francesa Motobécane. Renovable cada diez años, en virtud al mismo pudo fabricarse en España el popular ciclomotor Mobylette. Uno de los más vendidos no sólo en este mercado, sino también a lo largo y ancho de todo el mundo.
Es más, sumando las unidades producidas desde los años cincuenta hasta bien entrados los ochenta – considerando las ensambladas en todas las factorías repartidas por países tan diversos como India, Francia o Reino Unido – nos saldría una cifra superior a los 14 millones. Evidentemente, no está nada mal. Sobre todo para una máquina tan modesta y sencilla aunque, verdaderamente, es ahí donde se encuentra la razón de su éxito masivo. No en vano, la efectiva sobriedad de su bastidor en chapa estampada – extremadamente ligero – así como la rudeza de sus mecánicas monocilíndricas aseguró fiabilidad y economía a todos sus compradores.
Así las cosas, G.A.C fue uno de los puntales de la industria automotriz en el País Vasco junto a Lambretta Locomociones y Lube. Además, nuestra protagonista consiguió capear los problemas derivados de la popularización del automovilismo durante los años sesenta gracias a moverse dentro de las cilindradas más escuetas. De esta forma, mientras Lube cerraba sin saber muy bien cómo adaptarse a los nuevos tiempos, G.A.C continuó fabricando la Mobylette a través de multitud de versiones entre las que, incluso, hubo espacio para el rodar sobre tierra. Primero con la sencilla Campera – un ciclomotor de asfalto adaptado a los caminos con elementos muy básicos y rudimentarios – y posteriormente con la TT basada en la D55 – un modelo al hilo de la Derbi Cross o la Puch Minicross – .
MotoGAC Winner, pensada para la diversión
A finales de los sesenta y comienzos de los setenta, los ciclomotores de Cross empezaron a ser cada vez más comunes. Destinados a una juventud deseosa de emular a sus héroes del Off-Road en sus diversas especialidades, estos vehículos llegaron a ser sumamente populares gracias a la mezcla de precio popular, versatilidad y, porqué negarlo, facilidad para alterar sus mecánicas con una enorme sencillez. Con todo ello, este segmento vino para quedarse, conviviendo con total normalidad junto a los cicloscooter como el Derbi Variant, el Puch/Suzuki Maxi o los diversos Vespino del momento.
Así las cosas, todo iba más o menos encarrilado hasta que, en 1981, G.A.C sufrió las consecuencias de romper el contrato con Motobécane – absorbida por Yamaha – tras treinta fructíferos años presididos por el éxito de la Mobylette. De esta manera, la situación de la empresa vasca se tornó muy compleja debido a carecer de socio en materia de diseño y tecnología. Sin embargo, y a pesar de los ajustes en materia laboral, la producción no sólo se mantuvo sino que, incluso, creció significativamente.
Llegados a este punto, en 1990 se presentó la MotoGAC Winner. Un producto realmente adecuado ya que, para empezar, seguía apostando por el segmento de los ciclomotores Off-Road. Además, su aspecto evolucionaba hacia el de una motocicleta de Trail. Muy de moda en aquellos momentos gracias a las monturas del Dakar, recurrentemente representadas en revistas y desplegables con los que decorar el escritorio de multitud de adolescentes.
Respecto a la mecánica, la empresa vasca confió nuevamente en Franco Morini al igual que lo había hecho con su cicloscooter Kanowey. De esta manera, incorporó un monocilíndrico con dos tiempos y 49,8 centímetros cúbicos capaz de rendir 4,5 CV con encendido electrónico suministrado por Ducati. Asimismo, en lo relativo a las suspensiones la delantera era por horquilla telehidráulica con barras de acero y la trasera con efecto progresivo por basculante en tubo de sección rectangular. En suma, se trataba de uno de esos ciclomotores que, no por su sencillez, eran incapaces de aportar diversión al manillar. Más bien todo lo contrario, ya que la MotoGAC Winner estaba caracterizada por el brío y simpático empuje de toda dos tiempos preparada para el campo. Desgraciadamente, al año de su lanzamiento la empresa tuvo que presentar una suspensión de pagos al no haber conseguido reposicionarse en el turbulento mercado de los ochenta.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS