Algo más de 78 años han pasado desde que el padre de Salvador Dalí “dio Fe” a la sociedad creada por los socios fundadores de la marca española Luís Riera Carré y Jaime Juanola Farrés, constituyendo con ello la creación de una de las empresas en el segmento de las dos ruedas, más prolíficas y consolidadas de nuestro país. Empresa en la que, entre otras, dieron vida a ciclomotores como nuestra protagonista de hoy, la Rieju Marathon 50, en la década de los 80.
Presentada en el Salón de Barcelona de 1979, la pequeña de la saga venía a imagen y semejanza de su hermana de 74 cc, que también se daba a conocer en el mismo certamen. De esta se cogían la mayor parte de los elementos. Desde el equipo de frenado compuesto por tambores en ambas ruedas, así como su chasis doble cuna fabricado en tubo de acero.
Respecto a las suspensiones, más de lo mismo. Los de Rieju dotaron a la pequeña de 49 cc del mismo equipo que en su caso llevaba la versión de 74 cc. Una horquilla telescópica hidráulica compuesta de sendas barras de acero tratadas y cromadas en la parte delantera y un basculante trasero con un par de amortiguadores hidráulicos, que a su vez tenían opción de reglaje hasta en tres posiciones diferentes de carga.
La Rieju Marathon 50 partía con ventaja respecto a sus rivales del momento, ya que la mayoría de sus componentes provenían de su hermana de 74 cc
Las llantas de este ciclomotor era otro aspecto a destacar, ya que se optó por el fabricante Akront y el aluminio como material para la fabricación de estas. En medidas de 21 y 18 pulgadas delante y detrás -respectivamente- y calzadas en este caso con neumáticos tipo trial en medidas 80 mm en el tren delantero y 90 mm para el eje trasero.
En cuanto a sus acabados a nivel de plásticos y mandos, nuevamente demostraba estar por encima de cualquiera de sus rivales en este aspecto. Desde sus tapas laterales o guardabarros delantero, fabricados en plástico indeformable, pasando por su depósito de 6 litros de capacidad y moldeado con resina termoplástica.
La guinda del pastel era su propulsor, fruto de la unión en este campo de la marca de Figueres y los italianos de Minarelli. Un motor de 49 cc, dos tiempos y refrigeración por aire le daba la vida necesaria al pequeño ciclomotor “verde” de los de Rieju. Con denominación interna por parte de los italianos como P4R, este pequeño molinillo con culata de aluminio y asociado a una caja de cambios de cuatro relaciones, era capaz de dar todo lo mejor de sí dentro y fuera del asfalto.
Alimentado en este caso por un carburador Dell’Orto 12-12 y equipado con encendido electrónico por medio de un volante magnético, era capaz de desarrollar 2 CV de potencia a 5.500 RPM, consiguiendo así velocidades por encima de los 50 km/h, algo que en la actualidad puede parecernos irrisorio, pero que en su momento hacía volar a los jóvenes de la época a lomos de estas trialeras.
Con potencia más que suficiente gracias a su motor de 49 cc suministrado por los italianos de Minarelli, la Marathon 50 se desenvolvía perfectamente en cualquier superficie haciendo de la diversión su seña de identidad
Las cotas finales de la Rieju Marathon de 50 cc se quedaban en una distancia total de 1.395 mm, con una medida entre ejes de 1.315 mm. Por su parte, la anchura máxima la marcaban las puntas del manillar, llegando esta a 730 mm, y la altura máxima desde del suelo a la base del sillón quedaba en 870 mm, siendo esta más que suficiente para afrontar tramos de camino sin miedo a tocar en la zona del cárter, que tenía una distancia libre con respecto al piso de 300 mm.
La Marathon fue seña de identidad de una generación de jóvenes de nuestro país que disfrutó del modelo en sus diferentes versiones hasta los 90, momento en el que la marca presentaba su nuevo modelo, la Rieju Drac 50 , que daba el relevo a nuestra moto del día. A mediados de los 80 se le cambió la denominación por Super Marathon 50 y en el último tramo de vida comercial se le bautizó con las siglas RV 50, aunque las modificaciones en estas fueron mínimas para seguir manteniendo en el candelero a la pequeña trial de la casa de Figueres.
En la actualidad, y para los más nostálgicos de la época, es uno de los ciclomotores fetiche y con mayor demanda de compra para gente del mundillo de las restauraciones o coleccionistas de este tipo de motos. Lo que queda claro en cualquier caso es que el modelo en sí, además del palmarés que consiguió con la versión de 74 cc a nivel nacional y europeo ha sido, es y será parte viva de la historia de las dos ruedas en nuestro país.
J. Rubio
Soy un enamorado del motor en general y de los vehículos clásicos y motocicletas en particular. Dedicado al mundo de la automoción desde hace unos años, disfruto probando toda clase de vehículos y escribiendo mis impresiones y experiencias sobre ellos.COMENTARIOS