Ensamblar piezas de procedencia diversa sobre la base de un chasis propio ha sido una de las fórmulas más manidas en el motociclismo deportivo inglés. Es más, incluso las referenciales Brough Superior siguieron esta fórmula a fin de representar a lo mejor y más exclusivo de las dos ruedas motorizadas.
Dicho esto, cuando en 1928 Philip Vincent se lanzó definitivamente a la producción de sus propias motocicletas recurrió a esta misma vía usando motores JAP y bastidores de producción propia. Y sí, aunque pueda parecer llamativo dado el carácter prestacional alcanzado por la marca después de la Segunda Guerra Mundial -con la Black Shadow lanzada al mercado bajo el apelativo de la “motocicleta más rápida del mundo”- lo cierto es que ésta dio sus primeros pasos equipando mecánicas monocilíndricas para modelos turismo.
No obstante, el ambiente británico del momento puso las cosas fáciles para entrar a la competición, siendo Vincent al poco otra de las marcas habituales en citas como el TT de la Isla de Man. Una carrera fundamental de cara a entender uno de los mayores puntos de inflexión vividos por la marca, ya que tras el desastre vivido en 1934 -con ninguna de sus unidades capaz de cruzar la línea de meta- decidió dejar a un lado los motores de fabricación externa para diseñar así los suyos propios.
Cuando en 1934 ninguna de sus unidades logró finalizar el TT de la Isla de Man, la dirección de Vincent decidió dar el paso a la construcción de motores propios empezando por un monocilíndrico que, en tan sólo un año, derivó al V-Twin
Fruto de ello fue el creado al año siguiente con la intención de motorizar a la Comet. Perforado hasta los 499 cc, éste se refrigeraba por aire para entregar hasta 28 CV a 5.800 rpm. Suficiente para dotar al conjunto de un claro sentido deportivo, más aún sin tenemos en cuenta detalles como la aparición de una versión Special pensada, precisamente, para la disputa de pruebas como el TT de la Isla de Man.
Ahora, hecho esto en Vincent parecían querer ir un paso adelante en relación al cubicaje, la potencia y el número de cilindros. No obstante, esto no resultaba fácil en absoluto para una empresa que acaba de presentar sus primeros trabajos en relación a mecánicas propias.
Así las cosas, la suerte pareció favorecerla de una manera completamente casual ya que, examinando los planos del motor con 499 cc el ingeniero Phil Irving -hombre clave en la historia de la marca- apreció cómo tan sólo fabricando un nuevo cárter la unión de dos de sus monocilíndricos era factible dadas las proporciones del cuadro usado en sus motocicletas.
Llegados a este punto, en 1936 apareció un bicilíndrico con 998 cc y 45 CV a 5.200 rpm montado sobre un cuadro en el que también se instalaría amortiguación trasera. En suma, hablamos de la Vincent Rapide Serie A, la cual estaría en producción hasta 1939 para, posteriormente, aparecer con algunas actualizaciones en el periodo 1946-1955 complementando así a las mucho más prestacionales Black Shadow y Black Lightning.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS