La puesta de largo de la Yamaha YZF-R1 a finales de los años 90, puso el sector de las motos deportivas patas arriba. Era radical, con un diseño muy afilado, un motor de nada menos que 150 CV y tanto por tamaño como por manejabilidad, era casi como una Supersport. Sin embargo, no tardo mucho en encontrar una piedra en el camino, una piedra llamada Suzuki GSX-R 1000, la que se convirtió, en aquel momento, en la mejor deportiva “de litro” del mercado, o casi, superando a la Yamaha R1 en algunos apartados.
El enfrentamiento estuvo muy igualado, con grandes comparativas en la prensa y “peleas” en los circuitos y en las carreteras de montaña más transitadas, pero Yamaha se vio obligada a evolucionar su montura. Era los años de la locura, una época durante la cual, los fabricantes renovaban sus motos cada dos años, en una clara demostración de descontrol y obsesión por las cifras y por estar al frente del segmento. En alguna ocasión, dicha renovación eran simples detalles en las decoraciones o la ganancia –supuesta ganancia, más bien– de algún caballo de potencia.
Así, llegó el año 2002 y se presentó la “nueva” Yamaha YZF-R1, que destacaba por una imagen nueva y sobre todo, por la adopción de un sistema de inyección para la alimentación, obligatorio para poder superar la Euro 2. Además, el motor se colocó 20 milímetros más arriba y más cerca del eje de transmisión. Se añadió la nueva generación de la válvula EXUP, junto con una línea de escape de titanio. No había una ganancia de potencia que se pueda considerar importante, pues la firma japonesa anunciaba 152 CV, solo dos caballos más, pero se ganó en comportamiento –entrega de potencia, elasticidad, consumo, par… –.
El chasis era totalmente nuevo, fabricado con aluminio y pintado de negro. Se llamó Deltabox III y estrenó horquilla con barras más gruesas –43 milímetros frente a 41–, un nuevo basculante también de aluminio y un nuevo subchasis. Detalles que le permitieron reducir el peso total en dos kilos y sobre todo, mejorar el comportamiento, un detalle que fue un poco criticado por algunos en la primera entrega de la moto.
Para muchos aficionados, la Yamaha R1 de 2002 fue una decepción, ya que seguía siendo menos potente que la Gixxer 1000 –se iba hasta los 160 CV, la más potente de las 1.000– y en teoría, menos veloz. Sin embargo, lo que hicieron los ingenieros de Yamaha, con Yoshikazu Koike al mando, fue mejorar la manejabilidad, la entrega de potencia y reducir el peso, algo que sirvió para mejorar el refinamiento y el pilotaje de la moto. Quizá no sería tan rápida como la Suzuki, al menos sobre el papel, pero se ganaron enteros en otros apartados igual de importantes, o puede que más.
Javi Martín
Con 20 años no ponía ni una sola tilde y llegaba a cometer faltas como escribir 'hiba'. Algo digno de que me cortaran los dedos. Hoy, me gano un sueldo como redactor. ¡Las vueltas que da la vida! Si me vieran mis profesores del colegio o del instituto, la charla sería de órdago.COMENTARIOS