La Yamaha FZS 1000 Fazer es uno de esos modelos sencillamente geniales que aparecen de vez en cuando, porque en un solo conjunto consiguen reunir cualidades que no suelen ir bien de la mano. La FZS 1000 era una S, una moto sport o semicarenada que conseguía reunir una conducción muy viva y divertida con unas cualidades ruteras de primer nivel.
El modelo se presentó en 2001 tras el éxito que estaba teniendo en el mercado su hermana pequeña, la Yamaha FZS 600 Fazer, y aguantó apenas cuatro años en el mercado, cuando fue anunciada la segunda generación, que ya incorporaba un motor de inyección electrónica entre otras novedades.
Las Fazer siempre han sido motos grandes, pensadas para pilotos de tallas elevadas, y esta no era una excepción. El conjunto destaca por su imponente presencia. Es muy alta y las fibras del semicarenado le dan aún más empaque a la zona delantera.
En el apartado visual destaca el propulsor tetracilíndrico que no se esconde tras plásticos tapas o carenados. Solo con ver la mecánica te das cuenta de que estás ante una moto muy seria. El motor eroga unos masivos 143 CV de potencia a unas razonables 10.000 vueltas.
La caja de cambios cuenta con seis velocidades y su consumo es muy razonable. No sé qué tendrán estas Fazers “viejas” de carburación, que son auténticos mecheros, incluso para los estándares de hoy en día. Si ya destacábamos los poco más de cinco litros que gastaba su hermana de 600, en este caso estamos ante unos muy razonables 5,7 l/100 km para semejante máquina.
De hecho, es curioso el paralelismo entre estas dos motos. En su día, cuando hablamos de la 600, dijimos que la segunda generación en cierta medida era peor que el modelo precedente por una serie de motivos. Con la 1.000 pasa igual, ya que la segunda generación de 2005, en la que se incorporó un sistema de inyección, el consumo subió varias décimas y encima el depósito perdió tres litros de capacidad, con lo que era un poco menos rutera que su predecesora.
La postura erguida de conducción, así como una protección aerodinámica muy decentes, le confieren esa faceta rutera que tanto aprecian sus propietarios. El asiento es de una sola pieza y un pasajero es bien recibido en la parte trasera. Además, el colín ofrece facilidades a la hora de colocar maletas laterales o el baúl trasero. En definitiva, una moto muy válida para hacer kilómetros con un consumo más que razonable y una potencia bestial.
En cuanto a su faceta deportiva, está claro que no estamos ante una R, pero es una moto con la que te lo puedes pasar muy bien. Peca un poco en la suspensión, donde cuenta con unos componentes más orientados al confort que a las prestaciones. La amortiguación es un punto a revisar por los propietarios que quieren un poquito más.
Los frenos rinden a buen nivel, mientras que su peso en vacío de 208 kg no es excesivamente elevado para tratarse de una moto grande y de esta cilindrada. Quizá no sea la moto ideal para meter en un circuito, pero en las vias públicas, donde no se debe puede ir tan pasado, tiene componentes más que de sobra para disfrutar de tu puerto favorito.
En nuestro país es una moto que no triunfó mucho, puesto que en aquellos años de bonanza quien buscaba una moto de tan alta cilindrada no estaba pensando en factores como la comodidad y la polivalencia. Por aquel entonces, casi todo lo que se vendía de mil centímetros cúbicos eran superdeportivas, y eso dejó a la Fazer relegada a un plano minoritario pese a sus grandes cualidades.
Hoy en día cotizan caras de segunda mano si tenemos en cuenta que son motos con unos 15 años a sus espaldas y alimentadas por carburadores. Se pueden encontrar unidades con un número razonable de kilómetros por unos 2.500 euros. Como punto positivo destacamos que no se conocen fallos endémicos del modelo, sino más bien al contrario, ya que son famosas por su buena fiabilidad general.
En resumen, la Yamaha FZS 1000 Fazer puede ser una gran compra si cuentas con un presupuesto tirando a ajustado pero no quieres renunciar a conducir una moto muy potente. Es la “mil” lógica, la que puedes comprar y mantener sin tener que hipotecar tu casa y, solo por eso, merece nuestro más sincero reconocimiento.
Gonzalo Lara Camarón
Ingeniero de software a tiempo completo y apasionado del motor en mis ratos libres. Los coches me gustan desde que tengo memoria, pero fue descubrir las motos y la “enfermedad” fue a peor. Mi sueño es recorrer todos los rincones del mundo sobre dos ruedas.COMENTARIOS