En los primeros momentos del automovilismo se produjo una suerte de carrera de inventos en la que aparecieron modelos totalmente impensables hoy en día. De hecho, muchas veces no sólo fueron modelos sueltos sino categorías enteras. Por ejemplo, si uno revisa los bólidos para aumentar cada vez más la cifra de velocidad absoluta sobre tierra puede darse de bruces con bestias como el FIAT Mefistófeles o el BABS con 27 litros de cilindrada. Pero es que, en el extremo opuesto, tenemos híbridos de poco tamaño a medio camino entre las motocicletas y los automóviles. Algo que, como veremos, obedeció más a factores de venta que a motivos relacionados con el diseño y la ingeniería. En este sentido, un buen ejemplo es el SEAL de 1922.
Un, bueno, vamos a ver… Vehículo legalmente considerado como motocicleta. Por eso lo hemos traído a esta cabecera, ya que si revisamos el reglamento de homologaciones británicas de la época comprobaremos que sí, que a pesar de su extraño aspecto el SEAL es una motocicleta. Eso sí, diferente e hibridada con conceptos propios del automovilismo. No en vano, justo por aquellos años veinte también abundaban creaciones de pequeño tamaño como los autociclos. Eso sí, en el caso de aquel tipo de vehículos la base era decididamente un chasis con cuatro ruedas. Pero vamos a ir a la raíz del asunto: la lógica comercial. ¿Por qué producir este vehículo? ¿Lo admitiría el mercado?
Desde el argumentario del fabricante – con sede en Manchester – se insiste en que el SEAL entrega “ las comodidades de un automóvil al costo de una motocicleta “. Interesante, pues señala directamente a la escasez económica como motivo para escoger este modelo. No obstante, en otro material publicitario encontramos razones más crecidas. Tanto, que incluso algún motociclista podría sentirse ofendido, asegurando que nadie querría ir montado en un sillín expuesto al viento y el barro en vez de ir cómodamente abrigado dentro de un habitáculo cerrado. Una afirmación que, obviamente, no muestra sintonía ninguna con el placer de manejar un vehículo de dos ruedas.
Aunque la empresa quiso vender este modelo atacando al hecho de ir descubierto sobre dos ruedas, la razón de esta creación fue intentar dar una alternativa barata al automóvil ya que al tener tres ruedas seguía tributando como una moto y no como un coche
SEAL, la motocicleta que quería ser automóvil
De todos modos, siempre que se analizan las razones publicitarias de una empresa después hay que ir a las realidades del mercado para corroborarlas. Así las cosas, uno de los elementos que más moldea al consumidor es el marco legal donde ha de moverse. Un marco donde también se incluyen los impuestos. Por ello adivinamos que la verdadera razón comercial del SEAL era presentarse como un vehículo cerrado. Sí. Pero con el pago de tributos al mismo nivel que una motocicleta ya que, mientras no fuera un modelo de cuatro ruedas, cualquier creación con dos o tres ruedas se consideraba legalmente una motocicleta.
Bajo este planteamiento, los directivos de SEAL en Manchester idearon este modelo hacia 1922 con la idea de llegar a un público amplio que aún no podía comprometerse con los pagos de un automóvil. Y la verdad es que la idea no está del todo mal. Respecto al chasis, éste era integral, englobando dentro de sí a todo el vehículo. Hecho que puede parecer una perogrullada al ser dicho, pero de esencial recuerdo en el caso que nos ocupa ya que muchos podrían ver a este diseño como una moto junto a un sidecar. Y no, no es así para nada.
Sobre la amplia base se dispuso un habitáculo ofertado en diversas terminaciones, siendo lo más destacable la posibilidad de acomodar hasta cuatro pasajeros dependiendo de la versión escogida del SEAL. En el apartado mecánico, siempre estuvieron impulsados por motores V-Twin que crecieron desde los 770 cm3 hasta los 980 cm3. Sobre el papel, este modelo podía llegar a tener cierto atractivo para el mercado. Pero, ¿qué pasó finalmente? Porque el hecho de que tan sólo queden dos unidades no augura ninguna buena noticia sobre un posible alto nivel de ventas.
Podría parecer un sidecar, pero el chasis del SEAL integraba todo el conjunto dejando el motor en la parte derecha al descubierto
Pues bien, resulta que para 1920 Austin lanzó el 7. Un coche muy pequeño, cierto. Muy sencillo, también. Casi un autociclo con sus poco más de 300 kilos según algunos historiadores del automovilismo. Pero, sin embargo, un automóvil con todas las de ley se mire por donde se mire. Además, su precio no era mucho mayor que el del SEAL. De esta manera, ¿tenía sentido comprar uno de estos modelos que eran poco más que motocicletas con sidecar? Realmente no. Así lo dictaminó el mercado haciendo del SEAL un completo fracaso en ventas. No obstante, a su favor diremos que la empresa tenía uno de los mejores y más simpáticos nombres comerciales con los que nos hemos topado. Sociable, Economical and Light. Sociable, económico y ligero. Un nombre tan encantador como fallido fue el resultado del modelo.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS