En el mundo de los grandes viajes en moto la Douglas T6 de 1930 ocupa un puesto de honor. Eso sí, no tanto logrado por una meticulosa preparación como por el envalentonamiento que dan algunas copas de más. Y es que, el consejo nunca suficientemente reiterado sobre la inconveniencia de mezclar alcohol y velocidad debería ampliarse también a esos momentos en los que, aún no pilotando sino cómodamente sentado en una sobremesa, se está hablando sobre posibles gestas o hazañas relacionadas con el motor.
Así las cosas, hace tan sólo unos años pudimos conocer a un sudafricano que, indignado ante los constantes comentarios de sus amigos acerca de la supuesta falta de fiabilidad de los Alfa Romeo, cruzó toda África a bordo de un Sprint GT de 1964. Sin problemas reseñables por cierto, de hecho ya puestos hasta llegó a Irlanda. Sin duda una hazaña moderna bastante interesante, aunque aún así bastante menos radical que la emprendida en 1932 por Robert Edison Fulton. Pero volvamos a la cena en cuestión. Para ello debemos ambientarnos en uno de los elitistas banquetes de sociedad propios de las grandes capitales occidentales en los tiempos previos a la Segunda Guerra Mundial.
Justo ese tipo de reuniones donde hombres de negocios se mezclaban con aventureros y todo tipo de oportunistas en una especie de teatro de las vanidades. Así las cosas, el joven Fulton alardeó alegremente al final del convite sobre sus habilidades en el mundo del motor y las expediciones. Posiblemente tratando de impresionar a una atractiva joven que, según las crónicas, tomó asiento en su misma mesa. Excitado por el alcohol, y seguramente en el ánimo de impresionar a la chica, tomó de buen agrado una alocada idea de ésta: dar la vuelta al mundo en motocicleta. Eso sí, lo que posiblemente Fulton no sabía era que uno de los comensales sentados a su vera era ni más ni menos que el presidente de la Douglas Engineering. Y eso lo cambió todo.
Como un aventurero de los viejos tiempos, Fulton dispuso sobre su ruda montura medios para documentar su periplo junto a alguna que otra arma por si llegaba la ocasión de usarla
Douglas T6, una montura para dar la vuelta al mundo
Viendo una excelente oportunidad publicitaria para su marca – la cual produjo su primer vehículo de dos ruedas en 1904 tras haberse fundado en 1882 -, el directivo ofreció a Fulton un modelo T6 de forma completamente gratuita si finalmente deseaba realizar semejante hazaña. De esta manera, puesto en un brete no tanto por la pinza formada por la chica y el industrial sino por sus propias palabras, Fulton aceptó la invitación prometiendo que se haría al camino en tan sólo unas semanas. Y así fue.
Montado sobre su Douglas T6 – en la historia de la marca está el haber montado los primeros frenos de disco en una motocicleta – Fulton emprendió su vuelta al mundo en el verano de 1932 con más dudas que certezas a sus espaldas. No obstante, lejos de hacer de esto una simple aventura individual, dispuso en la T6 un amplio cajón en la parte trasera para guardar en él rollos y rollos de película. Concretamente hasta 1.200 metros de grabaciones en formato de 35 mm.
Con ellos documentó todo su viaje en la que puede ser vista como una verdadera senda de exploradores con afán divulgador. Un reportaje en el sentido moderno del término, dando constancia de los 17 meses que tardó en completar una ruta que lo llevó por Europa, Asia Menor, China, Japón y América hasta llegar a su ciudad natal Nueva York.
El saber hacer de nuestro personaje nos legó uno de los libros de viajes más fascinantes que, casi un siglo después, sigue leyéndose en diversas lenguas como uno de los mejores relatos relacionados con el motociclismo
Un periplo recogido en el libro One Man Caravan, el cual aún sigue editándose y sobre el que muchos entusiastas de los viajes en moto tienen como la mejor crónica nunca antes escrita de una aventura semejante. Todo gracias a la capacidad resolutiva de Fulton, pero también a la resistencia y fiablidad de su Douglas T6 con motor de dos cilindros opuestos, 600 cm3 y 6 CV de potencia. Bueno, y también a aquellas copas en la sobremesa de una cena. Por ello recordad, no bebáis si vais a montar en moto. Siquiera si lo estás pensando para dentro de unos días.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS