Refundada en 1992, KTM se ha convertido en una de las marcas más prolíficas en el actual mercado motociclista. Gracias a sus modelos para todo camino, de asfalto e incluso un interesante y ligero modelo de automóvil deportivo. No obstante, su historia se remonta hasta 1934. Cuando fue fundada en Austria para la distribución de modelos OPEL, llegando al poco tiempo a fabricar sus propias máquinas en forma de motocicletas. A partir de ahí, protagonizó una larga historia en la que las habilidades camperas han sido su símbolo, teniendo en la KTM 250 TT de 1975 uno de sus mayores exponentes.
Pero hagamos algo de historia. Lejos de ser una advenediza en el enduro, KTM ya era toda una referencia en el mismo durante los años cincuenta. Así las cosas, en 1956 se dejó ver en el International Six Days Enduro, usando la competición como un buen lugar de pruebas y desarrollo para sus modelos de calle. Los cuales iban desde esta especialidad hasta los mucho más sencillos y populares scooter. Una visión diversificadora que permitió a la marca austriaca llegar a una gama con 42 opciones a comienzos de los años setenta.
De esta manera, cuando en 1975 apareció la KTM 250 TT la marca ya era una factoría completamente asentada con más de 400 empleados, logrando abrir en 1978 una división en el mercado norteamericano. En suma, todo un sello a tener en cuenta dentro de la industria europea del momento, la cual intentaba reinventarse tras el golpe asestado por la llegada masiva de los modelos japoneses durante los sesenta tanto al mundial como a los concesionarios. Llegados a este punto, en 1974 KTM logró el Campeonato del Mundo de Motocross. Por ello, resultaba lógico ofrecer a los pocos meses un modelo de carreras-cliente.
En 1974 KTM ganaba el Campeonato del Mundo de Motocross, siendo una de las marcas fundamentales para entender el desarrollo de esta especialidad desde los lejanos años cincuenta
KTM 250 TT, la carreras-cliente que asentó la excelencia de la marca austriaca
Además del éxito mundial producido en 1974, KTM también era hegemónica a mediados de los setenta en el Campeonato Europeo de TT, ganándolo durante al menos un par de años consecutivos. De esta forma, la publicidad producida por las carreras sobre tierra tuvo una traducción directa a las calles. En primer lugar con una mejor imagen de marca que redundó en más y más ventas, pero también en el modelo KTM 250 TT.
Pensada para poder ser homologada en las calles, la KTM 250 TT montaba sobre su chasis en acero de doble cuna un motor monocilíndrico de dos tiempos con refrigeración por aire y 246 centímetros cúbicos para rendir 36 CV. Ojo, todo ello para mover un peso de tan sólo 107 kilos -en la segunda serie, pues en la primera quedaba en tan sólo 99-. Dato que no hace de esta montura una peso pluma, pero sí una de las más ligeras del enduro durante los setenta moviéndonos en aquellas potencias.
De hecho, resultaba más ligera que las posibles competidoras de fabricación española. Y hablando de algo nacional, diremos que consultando números de prensa especializada de la época se repite la sensación de que la KTM 250 TT no era precisamente para novatos. Lejos de ello, su rendimiento poderoso desde la primera patada anunciaba la necesidad de requerir manos expertas para controlar una máquina de esas que siempre quiere más.
Ligera y potente, la 250 TT requería de un pilotaje a fondo, acompasando los movimientos de la moto con la acción del cuerpo erguido ejerciendo decisión en el rumbo
Obviamente, este carácter se compensaba por un reparto de pesos muy estudiado y un sistema de amortiguadores con hasta seis posiciones posibles. No obstante, el carácter de la KTM 250 TT obligaba a ser uno con ella, levantándose muy a menudo para acompasar los movimientos de la motocicleta con los del propio cuerpo. Y es que esta carreras-cliente era así, puro nervio y carácter de competición para aquellos que buscasen una montura marcada por su buena relación peso / potencia.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS