Lejos de nacer de la nada, toda zona industrial bebe de una anterior acumulación de capital. De esta manera, el principal foco motociclista en la Península Ibérica ha estado tradicionalmente en Cataluña. No pocas veces ligado a diseñadores y apasionados por las dos ruedas que sacaron la necesaria inversión inicial a través de sus familias, recurrentemente adineradas gracias a los beneficios dados por la industria textil. A su vez, gran parte de aquel sector se financió durante el siglo XIX con una de las principales formas de lucro para la burguesía catalana: el tráfico de esclavos. Pecados originales aparte, lo cierto es que pocos territorios europeos pueden exhibir tal magnitud de historia en lo referente a las dos ruedas. Algo que se remonta a los tiempos previos a la Guerra Civil con empresas como Patria y sus diferentes actividades relacionadas con el transporte.
Pero vayamos al origen de todo esto. Concretamente a 1920. Año en el que Antonio Serra – hijo de una familia perteneciente a la burguesía textil – empezó a ensamblar automóviles deportivos en un taller de Badalona. Movido por su pasión por el motor, los modelos salidos de allí buscaban más el satisfacer los gustos de los piloto-cliente del lugar que ir generando una sólida gama de automóviles fabricados en serie. Así las cosas, Serra presentó el Turismo Grand Sport 1500. Construido a partir de multitud de piezas importadas desde Francia y acabado casi a gusto y capricho del cliente.
Una iniciativa similar a la emprendida por el joven Wifredo Ricart antes de marchar a Italia e incluso parecida a la que los aristócratas Ricardo Soriano y José Luis de Pedroso llevaron a cabo con sus modelos deportivos fabricados en Biarritz. No obstante, y al igual que aquellas, la aventura automovilística de Serra tuvo muy poco recorrido. Llegados a este punto, en 1922 decidió crear una empresa con más visos a la comercialización masiva que a las piezas únicas. Así nacía la Fábrica Nacional de Motocicletas, Sidecares y Bicicletas Patria.
Muy unida a los réditos sacados por la industria textil, de la burguesía catalana salieron no pocas iniciativas motociclistas entre las cuales se encuentra Patria como una de las más difíciles de rastrear
Patria, una de las marcas más enigmáticas en la historia del motociclismo ibérico
Hasta que Antonio Serra huyó de Barcelona al inicio de la Guerra Civil, Patria fabricó en tiradas cortas diversos modelos de motocicletas durante catorce años. De esta manera, poco a poco fue haciéndose un hueco entre la selecta clientela barcelonesa que anhelaba una montura solvente y veloz a la altura de máquinas producidas en Alemania o Reino Unido pero incluso a un precio menor.
En ese sentido, la gama de Patria estuvo definida hasta 1930 por una oferta compuesta por dos modelos. Uno de 175 centímetros cúbicos – con motor de la marca inglesa JA Prestwich – y otro de 250 centímetros cúbicos y dos tiempos firmado por Villiers. Caminando por esta vía alejada de las inclinaciones deportivas y las carreras, Patria se fue asentando hasta que en 1930 decidió dar un empujón a sus cilindradas saltando hasta modelos con medio litro.
Un momento muy interesante, ya que a partir de aquí se empezaron a ver motocicletas Patria con mayor complejidad mecánica, dotadas de mayor potencia y prestaciones. Algo que, en verdad, no era del todo ajeno a la fábrica. Pues durante los años veinte ya había fabricado – en tiradas muy cortas con no más de una docena de unidades – modelos con motores de cuatro cilindros en línea alcanzando hasta los 1.263 centímetros cúbicos.
Es realmente complejo ver una de estas motocicletas hoy en día, siendo posiblemente la más accesible la que se encuentra en el Museo de Badalona
Un modelo sobresaliente para el panorama catalán de la época, del cual se saben muy pocos datos con exactitud. De hecho siquiera la fecha de fabricación está clara, estipulándose hacia 1920 o 1922. Curiosamente en los meses previos la fundación de Patria como tal. Quien sabe. Quizás viniendo de los deportivos, Antonio Serra experimentó con la posibilidad de hacer motocicletas prestaciones desde el principio. Sea como fuese, lo cierto es que aquel modelo quedó en un estado cuasi de prototipo. Vendiéndose, sí. Pero de forma muy escasa. De hecho, la única Patria 1263 conservada – según se cree por ahora – salió a subasta en Inglaterra el pasado 2018. Además, el resto de modelos tampoco son mucho más prolíficos en su conservación. De esta manera, posiblemente la única motocicleta Patria a la fácil vista del aficionado sea la expuesta en el Museo de Badalona. Una Gran Sport de medio litro producida en 1930. Toda una rareza.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.Yo vi una en el Museu de la Moto de Bassella, tambien en Catalunya.