Éste no va a ser un texto con especial énfasis en la historia empresarial, la técnica o el diseño. Y es que, no en vano, de la Traub sabemos muy pocas cosas. De hecho, es la única representante de su marca y, además, sólo queda una unidad. Así las cosas, vamos a relajar el tono con un texto donde intentaremos dar respuesta a cómo es posible que, siendo una máquina tan específica, tenga tantas referencias en la prensa especializada de los Estados Unidos. Y es que, consultando información sobre algunas Indian de los años veinte no ha parecido ser casual el toparse varias veces con reseñas sobre este modelo. Pero, ¿por qué?
Bueno, para empezar lo cierto es que éste guarda una excelente historia a sus espaldas. De hecho, hay robos, chicos que van a la guerra y hasta la presencia de Steve McQueen aunque sea de refilón. Algo, por otra parte, nada extraño cuando hablamos de motociclismo en los Estados Unidos. De hecho, seguro que los montesistas que estén al otro lado de la pantalla recordarán cómo este actor participó en la sociedad formada por Kim Kimball para la importación de las Montesa en América. En fin, lo de este icono del celuloide era ser el perejil de todas las salsas. Y además, hacía de una manera excelente su trabajo ante las cámaras.
Además, independientemente de la ajetreada historia de la Traub está su diseño. El cual llama la atención por su exquisita combinación de potencia y fiabilidad. Es más, en el museo donde la tienen conservada hoy en día aún la sigue sacando a dar una vuelta de vez en cuando. Y eso que estamos hablando de una pieza única ensamblada en 1916. Sin duda, una excelente prueba sobre el ingenio creativo de su creador Richard Traub. Propietario de un concesionario en Chicago y avezado constructor artesanal, del cual sólo nos quedan algunos testimonios sueltos en forma de los textos que él mismo enviaba a algunas revistas anunciando la creación de su propia motocicleta.
En gran medida su génesis es un misterio, siendo llamativo que un taller tan pequeño alcanzase tal grado de innovación y calidad
Traub, la motocicleta que sobrevivió escondida
Siguiendo con temas relativos a Montesa, quizás alguna de las personas que nos lean con asiduidad recuerden el texto que le dedicamos a la Montesa Nervo. Un prototipo de la casa catalana con una historia bastante fragmentaria que hacia 1956, experimentó una anécdota muy interesante relacionada con un robo. Y es que, según uno de los probadores de la marca lo ponía a punto en los alrededores de la fábrica, se la robaron.
Estando cerca acudió rápidamente a pie y, tras dar la voz de alarma, parte del personal de la empresa se echó a las calles a fin de buscar al ladrón montado en aquella incipiente montura de competición. Lo encontraron, y acabó tan asustado de ser perseguido por una horda de pilotos expertos – algunos habían corrido el TT de la Isla de Man – que él mismo se dirigió a la comisaría más cercana a pedir protección. Pues bien, en el caso de la Traub ésta fue robada durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial por un muchacho de Chicago.
En represalia a ello, su padre lo obligó a alistarse a filas. Filas de las que, trágicamente, nunca regresó. Sin embargo, antes de ir a la contienda parece ser que consiguió esconder la Traub detrás de una pared. Así las cosas, unas dos décadas después se la encontraron realizando reformas. Poco consciente del valor de lo encontrado, el propietario del lugar la vendió a un concesionario y, de ahí, empezó a correr por las manos de diferentes coleccionistas hasta llegar a las de Bud Ekins. Doble de acción de Steve McQueen y, claro está, también aficionado a las motocicletas más salvajes.
Fue propiedad del doble de acción de Steve McQueen, lo cual da un mayor punto de interés a su historia tras salir de detrás de aquella pared
Además, la Traub también hace las delicias de los aficionados estadounidenses por su diseño. Para empezar, cuenta con un motor de dos cilindros con 1.270 centímetros cúbicos. No está nada mal, especialmente si tenemos en cuenta cómo los motores de su época rondaban el algo menos de un litro. Además, casi todo está elaborado por el propio taller. Entre otras cosas, el ingenioso sistema de embrague, el cual podía accionarse tanto con una palanca situada en el lateral como con el propio pie. Sin duda, una verdadera joya de museo capaz de contar una interesante historia. Digna de película.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS