A finales de los setenta se empezó a gestar uno de los proyectos más interesantes – y menos conocidos – en la historia no sólo de Harley-Davidson, sino también de Porsche. Y es que la Nova estaba llamada a ser protagonista en una nueva era para la casa estadounidense, enfrentándose a todo lo fabricado en Japón gracias a la ayuda de los de Sttutgart y su consultoría tecnológica. Una historia en la que aparece hasta Ronald Reagan, y de la cual se requiere un cierto tiempo consultando y comparando distintas fuentes documentales norteamericanas a fin de poner orden en los pocos datos confirmados que podemos encontrar. Así las cosas, lo mejor será ir paso a paso explicando todo lo que pudo ser y no fue en la Harley-Davidson Nova V4.
Para empezar, hemos de situarnos en el mercado estadounidense de mediados de los años setenta. Golpeado por la recesión producida por la Crisis del Petróleo, en él reinan a sus anchas las motocicletas japonesas desde las gamas de carreteras hasta las de Cross. De esta manera, la invasión nipona que ya había comenzado en los sesenta llegaba a su máximo esplendor, vendiendo sin problemas decenas de miles de unidades a los norteamericanos gracias a la mezcla de buen diseño, fiabilidad, practicidad y precios competitivos en todos y cada uno de los segmentos donde producía oferta.
Obviamente, en este marasmo comercial Harley-Davidson se vio completamente sobrepasada. Es más, sus problemas financieros hicieron que sus consejos de dirección fueran, cuanto menos, intensos. Llegados a este punto, Harley-Davidson no estaba para nada adecuada a la situación. Es más, incluso los modelos que había lanzado a fin de estar presente en cilindradas más bajas – algo en lo que tiene mucho que ver la compra de la italiana Aermacchi – no acababan de cuajar ante la competencia de los japoneses. Además, en lo que se refiere a las grandes cilindradas, las superbikes de Honda y Kawasaki también estaban barriendo buena parte del mercado. Con todo ello, cada vez eran menos los fanáticos de los V2 dispuestos a seguir fieles a la histórica casa estadounidense.
Incapaz de hacer frente por sí sola a la competencia japonesa, la casa estadounidense decidió recurrir a la ayuda de Porsche para el desarrollo de sus nuevos motores
Harley-Davidson Nova V4, chasis americano motor alemán
Normalmente, pensar en Porsche es poner en mente la imagen de sus deportivos, especialmente la del 911. Sin embargo, la empresa alemana cuenta con una amplia trayectoria como consultora tecnológica, habiendo trabajado para clientes tan variopintos como Studebaker o SEAT. Es más, modelos tan cotidianos como el monovolumen Opel Zafira son creación suya. Así las cosas, un simple repaso a todo lo diseñado por Porsche en la industria automotriz es capaz de levantar no pocas sorpresas.
Sorpresas que también se dan en el ámbito del motociclismo, puesto que fue seleccionada por Harley-Davidson de cara a generar un nuevo motor con el cual presentarse de forma competitiva en el mercado estadounidense. Algo que ocurrió a finales de los setenta, cuando Harley-Davidson reconoció ser absolutamente incapaz de crear por sí sola una nueva gama de mecánicas con las que sobreponerse a la competencia nipona.
Llegados a este punto, hacia 1979 Porsche se puso manos a la obra con el encargo. Todo ello con la visión de crear un bloque V4 que diera el relevo a los tradicionales V2 de la casa estadounidense. Gracias a ello nacía el proyecto de la Harley-Davidson Nova, la cual se ramificaría en una amplia familia donde el V4 variaría desde los 500 hasta los 1.500 centímetros cúbicos. Es más, incluso se llegó a poner sobre la mesa la posibilidad de crear un V6 con más de 130 CV.
Finalmente, los problemas económicos hicieron que estas nuevas motocicletas no pudieran salir adelante. Así las cosas, la marca salvó el pellejo usando contactos políticos para alterar el mercado aplicando unas tasas lo más altas posibles a las máquinas provenientes de Japón
Una vez delegadas la mecánica y la transmisión en Porsche, Harley-Davidson se centró en toda la labor de chasis y estética. Algo muy interesante, ya que colocó el radiador por debajo del asiento del piloto a fin de que éste no desluciera el protagonismo visual que siempre han de tener los cilindros en una Harley-Davidson. En suma, aunque se quería dar un salto adelante realmente revolucionario, prescindir de la identidad de la histórica marca no estaba encima de la mesa. Llegados a este punto, las pruebas secretas se sucedieron con multitud de prototipos pero, a comienzos de los años ochenta, los problemas de Harley-Davidson eran de tal calibre que siquiera se podía permitir seguir financiando el desarrollo de las Nova. De esta manera, el proyecto acabó en un cajón – una pena, pues hubiera sido interesante ver en la carretera a aquella conjunción de Harley-Davidson y Porsche – para dar prioridad a seguir con los sempiternos V2. Eso sí, desde 1983 el presidente conservador Ronald Reagan alteró las condiciones del mercado a fin de proteger a la marca de la competencia japonesa. Debido a ello, los impuestos a las motocicletas importadas con más de 400 centímetros cúbicos crecieron notablemente, dando un respiro las Harley-Davidson en su propio país. En fin, a nadie se le escapa cómo la industria automotriz también cuenta con alianzas políticas.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS