Presente en la gama de Montesa desde 1967 hasta 1982, la Cappra es una de las motocicletas más importantes de cara a entender la historia de la casa catalana. Además, ésta resulta fundamental a la hora de comprender su introducción en el mercado estadounidense. Ávido de opciones relativas al Motocross como tan bien comprendió Bultaco gracias a sus Pursang. Ahora, lo cierto es que el interés de la marca dirigida por Pere Permanyer por las monturas de campo ya venía de lejos. De hecho, en 1957 ya se había presentado la Cabra. Primer – y primitivo – acercamiento de Montesa al Cross tras una muy mala experiencia en una carrera celebrada en el barro de Gales.
A partir de aquí, a comienzos de la década siguiente se presentó la Impala Cross. Derivada de la exitosa turismo, ésta ya empezaba a enfilar la proa hacia los Estados Unidos. Lugar donde, gracias a las diferentes disciplinas relacionadas con los caminos, las ventas de las motocicletas con capacidades fuera del asfalto experimentaba un crecimiento exponencial. Así las cosas, en 1966 la marca redoblaba su apuesta con La Cross 66. Aún tributaria de la Impala, cierto. Pero al tiempo plenamente adaptada a la práctica del Motocross como lo demostraría Pere Pi al hacerse con el Campeonato de España de dicha especialidad usando el prototipo de la misma.
Además, gracias a su propulsor con 247 centímetros cúbicos y 30 CV a 7.000 revoluciones por minuto este modelo fue todo un éxito de ventas en los Estados Unidos, donde se valoraba la fuerza que era capaz de entregar desde bajas vueltas. Sin duda, una característica realmente positiva en toda carrera con curvas. Sin embargo, lo cierto es que Montesa iba un paso por detrás de Bultaco – su gran competidora – en el ámbito del Off-Road. Es más, si en lo que respecta al Motocross la casa de los Bultó había acumulado una gran experiencia gracias a las Metisse, en el Trial también adelantaba a Montesa al haber presentado en 1965 la revolucionaria Sherpa T “Sammy Miller”.
En la competencia por el mercado Off-Road Bultaco estaba a la delantera de Montesa. Por ello, en 1968 esta última reaccionó presentando la Cappra GP para el Motocross y la sensacional Cota 247 para el Trial
Montesa Cappra GP, un gran cambio ya con la primera actualización
En plena carrera competitiva por el mercado del Off-Road, Montesa llegó a 1967 presentando su nueva y decidida apuesta por el Motocross. Hablamos de la Cappra. Todo un éxito de ventas y crítica llegando al mercado con una única motorización de 250 centímetros cúbicos y 30 CV. Los mismos que los exhibidos por La Cross 66 aunque siendo capaz de entregarlos a 500 revoluciones por minuto menos. En suma, una motocicleta que, aún siendo claramente tributaria de las derivadas de la Impala, acentuaba los bajos del motor al tiempo que exhibía multitud de elementos propios del Motocross. Entre ellos, la placa con la que se protegía del barro al motor y, por ende, a su refrigeración.
No obstante, Montesa no paró de mejorar su creación. Gracias a ello, en 1968 llegaba la primera actualización de la Cappra en forma de la GP. Y aquí sí. Incluso desde la propia estética ésta marcaba un decidido paso adelante, destacando su imagen mucho más moderna en la que el depósito de gasolina se ubicaba en una posición más baja e integrada. De esta forma, la estabilidad de la Cappra GP era sobresaliente respecto a sus competidoras, exhibiendo un centro de gravedad muy bien estudiado a fin de lograr un mejor comportamiento en los giros.
Asimismo, en lo referido al Trial Montesa presentaba durante aquel mismo año su réplica a la Sherpa T. Hablamos de la Cota 247. Una clásica instantánea avalada tanto por su diseño como por sus ventas y desempeño, luciendo entre otras novedades unos estribos plegables que también se instalaron en la Cappra GP.
Gracias a su centro de gravedad más bajo, la Cappra GP lograba un excelente manejo incluso para lo pilotos aficionados. En suma, lo tenía todo para ser un éxito de ventas en su segmento
Respecto a la motorización, la segunda generación de esta saga Motocross presentó no una sino dos opciones. Debido a ello, al monocilíndrico con dos tiempos y 250 centímetros cúbicos de la primera generación – ajustado aquí a 32 CV en vez de 30 CV – se sumaba una versión con 351 centímetros cúbicos y 38 CV a 6.500 revoluciones por minuto conocida como Cappra GP 360. Eso sí, ambas compartían el mismo cambio con cuatro velocidades. Además, de cara al mercado estadounidense y sus famosas carreras de resistencia por el desierto se presentó a los pocos meses una versión de la Cappra GP conocida como DS – Desert Scrambler – con el depósito de gasolina aún más grande. Sólo disponible en la motorización 360 y a la cual se sumó en 1969 la GP Five con cinco velocidades. Curiosamente, sólo disponible en la cilindrada de 250. En suma, con la Cappra GT Montesa al fin tenía una máquina más que adecuada de cara a triunfar en el segmento del Motocross.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS