Desde su lanzamiento en 1999 la Hayabusa de Suzuki se ha convertido en uno de los mayores iconos para el motociclismo de velocidad producido en serie. Y es normal pues, no en vano, nada más lanzarse al mercado se convirtió en el modelo comercial más rápido del mundo con una velocidad punta que podía llegar hasta los 312 kilómetros por hora.
Todo ello con un motor de cuatro cilindros en línea cubicado en 1.3 litros. En fin, un verdadero símbolo sobre las posibilidades prestacionales de la casa japonesa.
Pero, por qué no dar un paso más allá. Es más, por qué no hacerlo incluso en el número de cilindros. Bueno, pues ésas debieron ser las cuestiones planteadas por los directivos de Suzuki al poco de ver el éxito de su Hayabusa pues dieron luz verde a sus ingenieros a fin de crear uno de los conceptos más radicales en la historia de la marca.
Hablamos de la Suzuki Stratosphere. Una máquina totalmente pensada por y para las prestaciones, llegando a contar con hasta seis cilindros para entregar 180 CV con 1.1 litros de cubicaje y hasta 24 válvulas.
De haber llegado a serie, hubiera sido una motocicleta realmente apabullante como modelo “halo” para una empresa ya rentable gracias a sus creaciones masivas
Además, el diseño general no podía ser más llamativo y, dicho sea de paso, algo más refinado que el de la Hayabusa. Algo por lo cual no dejaba de ser creíble en su posible llegada a serie, la cual fue confirmada en 2007 por la propia empresa a modo de modelo “halo” con el cual, claro está, la rentabilidad no estaría tanto en las ventas como en la imagen de marca.
Una jugada, por otra parte, vista en el mundo del automovilismo con los Bugatti producidos por el Grupo Volkswagen. No obstante, finalmente Suzuki optó por dejar morir el proyecto mientras dedicaba gran parte de su presupuesto en investigación a la aplicación del turbocompresor en motores de pequeña cilindrada. En fin, una vía de trabajo poco vista en el motociclismo -donde realmente la sobrealimentación carece de sentido- que, a efectos prácticos, se llevó por delante a esta impresionante apuesta con mecánica atmosférica.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS