La Nimbus 750 “Stove pipe”, es una motocicleta que data de los años 20 con una historia particular, así como una imagen no exenta de belleza. Una belleza que se deba a su poco habitual chasis y a una serie de soluciones muy poco habituales por aquel entonces. Se fabricaron unas 1200 unidades.
El mundo de la motocicleta está plagado de modelos de una sola vida, motos que han superado toda clase de complicaciones, así como historias que empiezan con la fabricación de toda clase de artilugios que nada tienen que ver con las motocicletas. Ahí está, por ejemplo, MV Agusta y su producción de helicópteros o Husqvarna, que fabricaba armas. El caso de Peugeot es bien conocido, pues fabricaba molinillos y utensilios relacionados, antes de pasar a las motos –los coches vinieron después–.
La Nimbus 750 tiene un origen igualmente alejado de la motocicleta, aunque no tanto como los ejemplos antes mencionados. La empresa que fabricó esta moto se llamaba Fisker & Nielsen y tenía su sede en Copenhague –Dinamarca–, donde se dedicaba a la producción de un pequeño motor eléctrico desarrollado por Peder Andersen Fisker y Hans Marius Nielsen. Un pequeño motor, por cierto, que se perfeccionó y adaptó para alimentar a la primera aspiradora fabricada en Europa, de nombre Nilfisk y que todavía sigue en activo hoy día como un referente en el mundo de las aspiradoras.
Sin embargo, como si su exitoso trabajo les aburriera, ambos socios vieron en el mundo de la moto algo interesante y, no solo eso, también vieron un mercado donde podían destacar con soluciones que, según ellos, deberían ser estándar en todas las motocicletas. De hecho, para ser el primer vehículo que desarrollaban, no se anduvieron por las ramas y optaron por un motor de cuatro cilindros.
Fotografías procedentes de Yesterdays.nl
Quizá pueda parecer que no es nada del otro mundo, pero hablamos de un proyecto que comenzó en 1918, por entonces, una moto con motor de cuatro cilindros era una verdadera superbike en un mundo donde lo más común eran los motores de uno y dos cilindros. Lo más curioso es que no era un motor especialmente grande para su configuración, ya que tenía 746 centímetros cúbicos –cotas de 60 por 66 milímetros para diámetro y carrera del pistón, respectivamente–, cuando, por lo general, un motor de cuatro cilindros rondaba los 1.000 centímetros cúbicos.
Era un motor refrigerado por aire, con válvulas de admisión por depresión y válvulas de escape laterales accionadas por un eje rey. La alimentación corría a cargo de un carburador diseñado por la propia empresa, así como una innovadora transmisión secundaría por eje, en lugar de una correa o una cadena, como era habitual en aquellos años. Rendía una potencia de 10 CV, que gracias a una cambio de tres relaciones, permitían rodar a velocidades de 85 km/h.
Sin embargo, fue el chasis en el que se montó ese motor, el que provocó que se conociera como kakkelovnsrør, que en danés significa “tubo de estufa” –en inglés es stove pìpe–. El grueso tubo superior, que hacía las veces de depósito de combustible, era similar a los tubos de estufa de la época, aunque gracias a ese tubo y a una configuración doble cuna con elementos de acero en forma de tiras planas, la rigidez era altísima. Además, tenía suspensión delantera de tipo trailing link –algo así como un brazo de arrastre– y una inusual suspensión trasera con dos amortiguadores a cada lado.
La producción empezó muy, muy lenta. El primer año solo se fabricaron dos motos, y otras 10 al año siguiente. Las ventas fueron a mejor y en 1923 se presentó una evolución que incluida una nueva suspensión delantera y un carburador más afinado y eficiente. Que las ventas subieran fue gracias a que Fisker comenzó a inscribir su moto en toda clase de competiciones con el objetivo de ganar reputación –lograron varios éxitos, incluso con sidecar–, pero la recesión, un nuevo impuesto sobre la venta de motos y el grandísimo éxito de la aspiradora eléctrica, provocaron el parón de producción ene 1928 tras fabricar alrededor de 1.200 unidades.
Javi Martín
Con 20 años no ponía ni una sola tilde y llegaba a cometer faltas como escribir 'hiba'. Algo digno de que me cortaran los dedos. Hoy, me gano un sueldo como redactor. ¡Las vueltas que da la vida! Si me vieran mis profesores del colegio o del instituto, la charla sería de órdago.COMENTARIOS