Revisando la historia empresarial de Montesa destaca su expansión a comienzos de los años sesenta. Una expansión lograda en base a diversos factores. Para empezar su prematuro énfasis por la exportación. Y es que, mientras a los más de los fabricantes locales siquiera se les pasaba por la cabeza asomar la cabeza más allá de las fronteras españolas, en Montesa ya habían empezado a tener contactos serios con el mercado británico a mediados de los años cincuenta. De hecho, aquello fue acompañado del lanzamiento de modelos específicos para el mismo como algunas versiones de la Brío.
Todo ello rematado con la sensacional actuación firmada por las Sprint 125 durante el TT de la Isla de Man en 1956. Además, la creciente demanda de modelos Off-Road en los Estados Unidos hizo que Montesa -a través del ingenioso Kim Kimball- fuera creando de manera tan rápida como efectiva una pródiga red de concesionarios a lo largo y ancho del país. Y, bueno, por si fuera poco la empresa dirigida por Pere Permanyer también emprendió durante los años sesenta su entrada al segmento de los ciclomotores con diseños como el 50 “Impalita”.
Eso sí, ¿cómo fue posible todo aquello? ¿Sobre qué base logística se apoyó Montesa de cara a emprender semejante crecimiento? Bueno, en ese sentido la explicación más lógica pasa por reseñar la creación de la fábrica de Esplugues de Llobrgat en 1963. Un acontecimiento clave en la historia de la casa barcelonesa, el cual bebe sus inicios a finales de los años cincuenta. Y es que, consciente de los retos planteados por un futuro donde las turismo serían fagocitadas por la venta de automóviles, Pere Permanyer decidió ahorrar todo lo posible en pos de poder realizar una inversión como la requerida por esta fábrica. Esencial para entender la diversificación de la gama Montesa ya en los años sesenta.
Más allá del cisma con Bultó, lo cierto es que Montesa fue una empresa bien gestionada durante los años cincuenta, lo cual le posibilitó emprender retos como el de la nueva fábrica inaugurada en 1963
1963, una nueva fábrica para Montesa
Gracias a los Planes de Estabilización de 1959 se concretó el marco por donde habría de avanzar el crecimiento económico de España durante los años sesenta. Un crecimiento basado en el consumo y, para el cual, las empresas se debieron preparar aumentando su capital de cara a invertir en mejoras productivas. De hecho, aquellos planes exigieron una especial responsabilidad a las empresas con intereses en la exportación. Justo el caso de Montesa, la cual tuvo que prescindir de su departamento de carreras a fin de ahorrar todo lo posible.
En suma, todo lo relacionado con la disputa entre Francisco Xavier Bultó y Pere Permanyer fue, realmente, mucho más complejo que un simple berrinche a cuenta de las carreras. De todos modos, sea como fuese Montesa pudo encarar los años sesenta con el capital suficiente como para sufragar la creación de una nueva fabrica situada en Eplugues de Llobregat. Claro está, mucho más moderna, eficiente y amplia que su segunda factoría; la de la calle Pamplona que, a su vez, había sustituido a los talleres de la calle Córcega en 1950.
En la propia fábrica se dispusieron espacios accidentados para poder probar así los nuevos modelos Off-Road de la marca. Se trataba de un conjunto industrial muy completo
Al frente del proyecto se situaron los arquitectos Federico Correa y Alfons Milà, quienes idearon un edificio donde las cadenas de montaje se daban la mano con departamentos de diseño, almacenes e incluso una zona de pruebas donde poner a punto los modelos Off-Road. En fin, uno de lo edificios más importantes para el rico patrimonio industrial barcelonés, tristemente derribado en el 2002 sin tener en cuenta las lecciones aprendidas -o no- tras la destrucción de no pocas referencias industriales en el Poblenou durante los años previos a los Juegos Olímpicos. Eso sí, en este caso el antiguo emplazamiento de la fábrica es aún visible gracias a haberse respetado un monumento erguido a la puerta de la misma en 1971. En fin, aún queda mucho en materia de protección del legado industrial.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS