Moto del día: Montesa 50

Moto del día: Montesa 50

Más conocida como la "Impalita", la Montesa 50 fue el primer ciclomotor de la marca apareciendo en el mercado allá por 1965.


Tiempo de lectura: 4 min.

Como saben quienes de manera diaria lean esta sección en la que, de un tiempo a esta parte, estamos repasando la historia del motociclismo en España, la irrupción del automovilismo de masas a comienzos de los años sesenta cambio totalmente el mercado de las dos ruedas. Así las cosas, según aumentaba la capacidad de consumo ejercida por las familias disminuía el número de motocicletas turismo en el mercado, rápidamente sustituidas por el marchar bajo techo gracias a los productos de SEAT o la FASA.

Llegados a este punto, en Montesa tuvieron que repensar su gama de cara a poder seguir adelante. Debido a ello, mientras se creaba una completa gama Off-Road con la que poder exportar al mercado anglosajón, también se intentó entrar de manera exitosa en el segmento de los ciclomotores. El más popular del sector y, a la sazón, un ámbito comercial especialmente interesante debido al crecimiento de las ciudades y la necesidad de un transporte individual sencillo y barato.

Un contexto en el cual se movió a la perfección Derbi, aunque marcas como Montesa también quisieran formar parte del pastel como incluso deseó la propia Sanglas. A priori, extremadamente alejada de las gamas de acceso en España. Con todo ello, Montesa se estrenó en el mundo de los ciclomotores en 1965 gracia al 50, más conocido como “Impalita”. Ahora, en qué se basó todo aquello. De cara a descubrirlo hemos de reparar en dos cuestiones. La primera relativa a cómo concibió la marca su diseño y, la segunda, a todo lo relacionado con el motor. Vayamos a ello.

Cuando en 1965 Montesa se lanzó al mundo de los ciclomotores buscaba entrar a un segmento donde, aún no siendo tan referencial como Derbi, sí podía cosechar un cierto número de ventas

Montesa 50 “Impalita”, el primer ciclomotor de la marca

Con unos inicios fijados a mediados de los años cuarenta, lo cierto es hacia 1965 Montesa contaba con una imagen de marca sobradamente consolidada. De esta manera, cuando pensó en cómo lanzar una nueva línea de ciclomotores lo hizo de una manera realmente ingeniosa. Ni más ni menos que imitando a las que, en los concesionarios, serían sus hermanas mayores. Por ello, cuando el equipo liderado por Leopoldo Milà tuvo que enfrentarse al diseño del Montesa 50 partió de hacerlo lo más parecido posible al del de la Impala.

En suma, adquirir un ciclomotor de Montesa venía a ser tanto como adquirir una, si se nos permite, versión mucho más básica de alguna de sus motocicletas. Una tendencia inaugurada por el 50, de hecho conocido popularmente como “Impalita”. Ahora, solventado el problema de las apariencias estaba el de la mecánica. Y es que, no en vano, diseñar y producir desde cero cualquier tipo de motor puede llegar a ser un reto tato técnico como financiero y logístico.

Por eso mismo, lejos de crear una patente propia en Montesa prefirieron adquirir el motor G50 fabricado por la alemana JLO. Sobradamente comprobado en todos sus aspectos, éste parecía ser el más indicado para un ciclomotor como el Montesa 50, aportando 2,5 CV a 5.500 revoluciones por minuto con un cambio de tres velocidades y una compresión de 8 a 1. Más que suficiente de cara a mover con solvencia los poco más de 50 kilos dados en báscula por el conjunto.

montesa 50 (2)

Las primeras unidades aún conservaban en su motor las tapas con la referencia a JLO en vez de a Montesa

En total, durante su primer -y único- año de producción este ciclomotor llegó a vender unas 500 unidades antes de ser sustituido por el Ciclo Montesa. Una máquina, dicho sea de paso, prácticamente igual a nuestra protagonista de hoy. Eso sí, para coleccionistas con afán por las rarezas curiosas diremos que, según parece, muchas de las primeras unidades del Montesa 50 aún no llevaban una tapa del cárter con el nombre de la marca sino con el de JLO. Un hecho que nos recuerda cómo, para el segmento más popular, en Montesa usaron los servicios de un proveedor tecnológico.

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Sobre mí

Miguel Sánchez

Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.

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