Al igual que para el resto de la industria del motor, la Segunda Guerra Mundial supuso un antes y un después respecto a técnica, diseño, fabricación y mercado. Así las cosas, a la hora de trazar un orden en la trayectoria de BMW Motorrad ésta también se ve partida en dos por culpa de aquella contienda. De hecho esto es especialmente visible aquí, ya que mientras participar de la máquina de guerra nazi hizo de BMW una empresa con enormes beneficios, las limitaciones impuestas por los Aliados casi la llevaron a la desaparición.
Es más, como recordarán quienes sigan esta pequeña sección diaria, la marca tuvo que fabricar incluso arados y material de cocina a fin de poder cuadrar sus cuentas. Todo ello con una de sus fábricas bajo control soviético -cayendo en la futura RDA- y la otra, en la práctica, muy dañada debido a los bombardeos. Asimismo, esto no les pilló completamente de nuevas ya que, debido a los términos del Tratado de Versalles, BMW tuvo que abandonar su dedicación aeronáutica tras la Primera Guerra Mundial debiéndose así reinventar ya por ver primera.
Por cierto, un hecho por el cual al fin comenzó a producir motocicletas allá por 1923 con la bicilíndrica bóxer R32. Piedra fundacional para la identidad mecánica de la marca; tan definida que, de hecho, le ha quitado prácticamente todo el protagonismo debido a otras tipologías de motor dentro de la casa germana.
Dicho esto, cuál fue su motocicleta más exitosa antes de estallar la Segunda Guerra Mundial. Bueno, en términos de calidad quizás se pudiera señalar a la R62 de 1928 como un modelo esencial ya que, no en vano, ponía por primera vez a los bicilíndricos bóxer de la marca en la categoría de los 750 centímetros cúbicos. Y eso por decir tan sólo un ejemplo puesto, como ya hemos tratado en otros momentos, los años treinta trajeron una gran sucesión de modelos mejorados en materias como el cambio o la amortiguación.
No obstante, si nos hemos de ceñir a éxito en clave comercial las tablas de producción son claras respecto a señalar a la R25 de 1937 como la gran ganadora pues, no en vano, de ella se ensamblaron más de 15.300 unidades. Cifra ésta nada despreciable para una marca que, aun contando con algunos modelos “de acceso” siempre estuvo claramente escorada hacia la gama más alta del motociclismo.
Y sí, la gran sorpresa es que no estamos hablando de un modelo equipado con alguno de los míticos bóxer. Para nada. Lejos de ello la BMW R25 es parte de la amplia familia de monocilíndricas nacida en 1931 gracias a la R2, prologada por la R39 de 1925 -sin éxito comercial alguno- para vender así miles de unidades en diferentes variantes gracias a la necesidad de un modelo más o menos económico durante los años posteriores al Crack de 1929.
Pero vayamos por partes. Y es que, aunque las monocilíndricas con 200 centímetros cúbicos estaban muy en boga en la Alemania de los años treinta, éstas normalmente eran de dos tiempos. Hecho ésto por el cual llama la atención la BMW, equipada con un motor de cuatro para ser, dentro de lo popular, lo más refinado. Asimismo, al poco de su aparición la R20 fue dando lugar a diversas variaciones donde, manteniendo el único cilindro, el cubicaje aumentaba hasta los 300 centímetros cúbicos de la R3 o incluso los 400 de la R4.
Dicho esto, la calidad de lo que en principio iba a ser una sencilla oferta de acceso a la gama de BMW fue creciendo en prestaciones hasta crear una serie de máquinas realmente interesantes. Pero, cómo mejorarlas más incluso. En respuesta a esto nació la BMW R35 en 1937. Derivada en su mecánica de la R4 -aunque aquí reducía la cilindrada hasta los 342 centímetros cúbicos para rendir así 14 CV a 3.500-, su gran novedad radicaba en sustituir el antiguo bastidor en doble cuna por otro en chapa estampada. Una técnica que ya se había abierto paso en BMW en 1930 con la tope de gama R11.
A partir de aquí, esta combinación de rigidez, potencia, buen peso y fiabilidad hizo de la R35 una verdadera leyenda además de todo un éxito de ventas; muchas de ellas destinadas al ejército nazi, responsable de utilizar a esta motocicleta como una opción veloz de enlace y comunicaciones. Asimismo, tras la Segunda Guerra Mundial los modelos monocilíndricos con los cuales reinició su producción BMW tomaron como base el diseño del motor montado en nuestra protagonista. En suma, uno de los grandes hitos en la historia de la casa germana.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS