Aunque a priori no pueda parecerlo, la BMW R90S es una de las motocicletas más importantes en la historia de la casa germana. De hecho, teniendo en cuenta la importancia actual de la división Motorrad dentro del panorama internacional algunas voces se atreven, no sin cierta razón, a proclamar que es una de las más significativas en toda la historia de la industria. Una opinión que, dada su rotundidad, bien merece una explicación paso a paso. Así las cosas, lo mejor será situarnos a mediados de los sesenta. Una época en la que, tras sus evidentes éxitos en diferentes cilindradas del Mundial, los fabricantes japoneses dieron el salto definitivo a los concesionarios.
Y sí, lo hicieron muy bien. De hecho, lograron ofertar a precios más que razonables monturas con mecánicas prestacionales, vibrantes y muy efectivas. Además, lo supieron hacer con una estética renovada y un servicio de ventas realmente efectivo. En suma, aunque Japón había tardado en abrirse al mundo finalmente lo había hecho a la perfección. Tanto que, entre los consumidores, las motocicletas de firmas tradicionales como BMW, Harley-Davidson, Norton o Triumph empezaron a decaer seriamente. Y vaya, había razones para ello.
Es más, este fenómeno también lo conocemos muy bien en España. Donde el auge de las motocicletas Off-Road de Yahama y otras marcas niponas desplazaron a las OSSA, Montesa y Bultaco en el mercado estadounidense. Verdadera tabla de salvación para las mismas tras la convulsa década de los sesenta con la progresiva expansión del automóvil como objeto de masas. Así las cosas, la situación de BMW era complicada. Algo que, además, venía espoleado por su tradicionalismo en el diseño y la mecánica. De hecho, a comienzos de los setenta gran parte de la prensa especializada comenzaba a ver a las BMW como máquinas pesadas y anticuadas dirigidas a un público mayor.
A comienzos de los setenta la situación de BMW Motorrad era realmente desesperada, con el mercado estadounidense completamente dominado por las casas niponas
BMW R90S, la reacción germana
Con toda esta situación gravitando como un péndulo sobre la cabeza de Motorrad, BMW llegó a plantearse el cierre de su división de motocicletas. De hecho, frente a los en torno a 200.000 automóviles vendidos en 1972, aquel mismo año la casa germana cerró su facturación con menos de 12.000 motocicletas. En suma, Motorrad comenzaba a ser realmente insignificante dentro del grupo. Sin embargo, tan sólo unas décadas antes ésta estaba diseñando algunas de las mejores motocicletas de la historia.
Como muestra, ahí están todas las R de preguerra para confirmarlo. Verdaderas maravillas de la técnica dominadas por motores realmente bien diseñados. Llegados a este punto, la dirección de la marca dio una última oportunidad a Motorrad fichando a Robert Lutz. Alguien que, en términos automovilísticos, bien podría asemejarse a Lee Iacocca. No en vano, él no era un ingeniero sino un especialista en leer por dónde iba el mercado. Justamente lo que BMW necesitaba de cara a salvar sus motocicletas.
De esta manera, Lutz pensó cómo plantar cara a las motocicletas japonesas. Y bueno, aquello no era precisamente fácil. Por un lado, estaba claro que para una marca de prestigio como BMW competir en los segmentos menos prestacionales no era opción. Es decir, de repente BMW no podía pasar a fabricar millones de ciclomotores ignorando su historia y, además, eludiendo lo bien que ya hacía esto Honda. Entonces, la única vía era competir por arriba. Y vaya, con modelos como la Honda 750 CB aquello no era precisamente sencillo.
Gracias al tremendo efecto publicitario generado por este modelo, BMW recobró músculo de cara a competir en los setenta
No obstante, Lutz convención a BMW para desarrollar una máquina con 898 centímetros cúbicos y 67 CV. Eso sí, conservando la personalidad de la marca al seguir usando un bicilíndrico bóxer en vez de caer en los cantos de sirena de los tetracilíndricos llegados desde Japón. Además, en la estética el nuevo proyecto – ya denominado BMW R90S – debía incluir ciertos guiños al diseño más clásico. Y sí, lo hizo. De hecho, sus propios autores confesaron cómo las motocicletas británicas más clásicas fueron una fuente de inspiración para ellos. Con todo ello, en 1973 se presentó la BMW R90S con unos niveles de calidad donde no se había reparado en gasto. De hecho, el precio de esta máquina resultaba muy superior al de las superbikes niponas. Pero, no en vano, los verdaderos entusiastas – aquellos a los que en los segmentos más exclusivos tampoco les importaba mucho la chequera – apreciaron desde el primer momento la suavidad, potencia, fiabilidad y personalidad del nuevo modelo. Todo un buque insignia que, además de ser un éxito en sí mismo, sirvió como modelo icónico para clamar a los cuatro vientos el regreso de Motorrad a la primera plana del motociclismo. En suma, todo en esta monturas es una excelente jugada tanto en términos de mecánica como de comercialización.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS