En 1963 la Garelli 50 Sport preparada por el departamento de carreras de la marca conquistó un récord mundial todavía imbatido: el de la velocidad media máxima para un ciclomotor rodando 24 horas de manera continuada. Algo que sucedió en el autódromo de Monza, fijando el récord en 108,83 kilómetros por hora. Sin duda, una marca verdaderamente asombrosa y que, a la postre, nos habla sobre las enormes capacidades demostradas por Garelli en relación a las pequeñas cilindradas.
Así las cosas, durante los años cincuenta y sesenta esta empresa fue una verdadera referencia a la hora de hablar de monturas populares. De hecho, justo después de la Segunda Guerra Mundial ella fue la creadora del mítico motor Mosquito. Aquel que, fabricado también en España -concretamente en Sevilla- equipó a miles de velomotores durante los años de escasez previos a la expansión del consumo.
Garelli cuenta con una excelente historia en relación a las pequeñas cilindradas y los dos tiempos. Es más, esto lo conocemos bien en España pues Ángel Nieto se hizo con dos mundiales de 125 a lomos de una Garelli
No obstante, los inicios de Garelli habían estado muy unidos a la deportividad. Usada por su fundador a fin de demostrar las bondades de sus motores con dos tiempos; de aquellas completamente postergados por una industria claramente escorada a los de cuatro. De esta manera, aquel poso de competición siempre quedó como un pilar estructural en la marca, la cual no por estar unidad a las bajas cilindradas prescindió de modelos deportivos.
Es más, ya que en Italia los ciclomotores deportivos alcanzaron unas cotas de calidad y refinamiento realmente exquisitas, Garelli casi siempre tuvo a bien contar en su gama con una opción de calidad en este sentido. Hecho éste bien visible en el Junior Sport Special de 1966. Posiblemente uno de los mejores ciclomotores deportivos de la historia, con un motor de cilindro cuadrado -40 x 39- capaz de dar un brío espectacular a su respuesta en carretera a altas vueltas.
En ese sentido, mientras la potencia alcanzaba los 5,5 CV a 9.000 revoluciones por minuto, la velocidad máxima llegaba hasta los 90 kilómetros por hora. Si a eso le añadimos la ligereza de su bastidor monobrazo así como la postura de pilotaje tenemos una gran muestra de prestaciones y deportividad en pequeño tamaño. Una delicia de la técnica.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS